ECONOMíA SOCIAL |
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Las burbujas en las que vivimos PIXABAY/modificada por Kasmangou
Con el paso de los años, y la globalización hemos ido adquiriendo usos y costumbres de todo el planeta, algunos mejores y otros peores, pero lo cierto es que el uso en exceso mercantil de los medios de comunicación nos ha llevado a convertir la publicidad en un escaparate ilógico de costumbres absurdas. Antes que nada, que quede bien claro, que no tengo nada en contra de la publicidad o el consumo responsable, pero me pregunto qué ocurrirá dentro de unos años con los niños que han estado creciendo en esta última década sometidos a este constante bombardeo de campañas absurdas destinadas únicamente a la venta de excesos de stock, alargar campañas navideñas y aumentar los niveles de ventas y beneficios basándose en predicciones y estrategias completamente peregrinas a priori. Todo esto viene a cuento, de una pequeña anécdota de lo más surrealista, que me sucedió ayer por la mañana, no eran ni las siete de la mañana cuando me desperté sobresaltado a causa de un aviso del teléfono, normalmente tengo desactivadas las notificaciones hasta las ocho de la mañana, para garantizarme un sueño plácido y un despertar sin sobresaltos, pero el destino quiso que dejara activadas las notificaciones en el cacharrito, pues esperaba los resultados de un análisis clínico en principio preocupante, con lo que era preferible mantenerlas activas a no pegar ojo pendiente del correo electrónico. Como les decía, rápidamente comencé a palpar a tientas mi mesilla de noche hasta encontrar el teléfono, deslizando nervioso el dedo sobre la pantallita esperando encontrar los resultados de mi…. ¡Revisión especial de aceite para el coche del Black Friday!, No se pueden ni hacer una idea del cabreo furibundo que cogí, con los ojos abiertos como platos me fui a desayunar consciente ya, de que no recuperaría el sueño. Mientras me tomaba un café con leche, miraba con ojos ensangrentados y pesados la pantallita del teléfono, con aquel mensaje, mientras repasaba mentalmente, cuántas veces había vuelto al concesionario después de adquirir mi vehículo, total: una vez en tres años, y sólo porque me falló la dichosa pantallita del salpicadero dentro de la garantía, pues ni siquiera hice en el taller propio de este concesionario la revisión obligatoria para mantener la garantía. ¿Por qué demonios, me seguían mandando estos mensajes puñeteros y absurdos?, Pues no era el primero, ni sería el último con total certeza, reconozco mi pereza para llamarles y decirles que dejarán de enviarlos, al fin y al cabo les había comprado un coche y nunca se sabe si alguna vez volvería por alguna razón.
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