TECNOLOGÍA Y CIENCIA |
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Los formatos actuales están enfocados a ser capaces de almacenar mucha información, pero no durante mucho tiempo, contra todo pronóstico dificultará los intentos de los historiadores futuros por recuperar los datos que estamos produciendo.
Hoy publicamos un artículo realmente muy especial, la versión original que hoy presentamos actualizada, fue publicada por John Surena el 6 de mayo de 2016 un gran historiador que en su fantástico blog Después no hay nada trata principalmente la historia y el arte desde su particular y único punto de vista, polémico pero repleto de conocimiento, que invita como pocos a la reflexión, el cual os aconsejamos encarecidamente.
El problema descrito, no se está solucionando, sino que con el paso del tiempo está aumentando de forma exponencial y está suponiendo un gravísimo rompecabezas sin solución no solo en el campo de la investigación histórica. El progresivo aumento de la información almacenada en soportes demasiado “frágiles” se está viendo afectada por toda una serie de factores negativo como una desenfrenada carrera comercial por aumentar las capacidades de almacenamiento, la obsolescencia de los dispositivos implicados o una producción audiovisual, de información técnica, contable o comercial por ejemplo de dimensiones incalculables y que crece día a día. La acelerada carrera tecnológica no está poniendo solución a esto, más centrada en el aumento de la capacidad de los nuevos dispositivos y plataformas de almacenamiento, que en la correcta clasificación y salvaguarda de esa información a largo plazo que va a suponer sin duda un gravísimo problema del que apenas se habla, pero que Surena nos expone desde el punto de vista de un historiador de una manera amena y clara.
Como lágrimas en la lluvia
John Surena Veréis, desde la perspectiva del historiador las fuentes con que contamos para escudriñar el pasado son esencialmente de dos tipos: por un lado los datos que nos proporciona la arqueología y por otro lo que nos cuentan los textos, cuando los hay. No obstante en la medida que la arqueología nunca ha dejado de ser una ciencia “auxiliar” los documentos escritos han sido siempre considerados como la fuente fundamental de conocimiento para las épocas en que se dispone de ellos. Debido a eso, ya he tratado anteriormente en mi blog alguno de los desafíos que uno se encuentra a la hora de extraer información de textos redactados en épocas muy lejanas del tiempo, fundamentalmente el problema de descifrar información escrita a través de lenguajes extintos que nos son desconocidos. Aunque otro problema grave del que he hablado menos es el de la simple desaparición de muchos de los documentos producidos por nuestros ancestros debido a su destrucción durante guerras o incendios, o simplemente producto del paso de los siglos y todo lo que eso conlleva. Sin embargo dentro de lo que cabe esos problemas son afrontables. Para empezar porque la escritura, al menos en nuestro área cultural (no me voy a referir ahora a lo ocurrido en otros continentes) no ha sufrido grandes transformaciones “tecnológicas” durante milenios una vez que alcanzó su primera etapa de madurez con el desarrollo del alfabeto. En ese sentido, al margen de la evolución en los lenguajes utilizados, la mayor parte de cambios han sido bastante epidérmicos. Por ejemplo, en el mundo antiguo se solía escribir sin usar signos de puntuación para separar las palabras o frases, lo que luego dificultaba mucho la lectura, sobre todo porque se leía siempre en voz alta. Debido a ello durante la Edad Media se empezó a generalizar el empleo de signos de acentuación y puntuación a partir de una idea que ya había tenido siglos atrás nuestro amigo Aristófanes. En paralelo a lo anterior se empezó también a leer en silencio y el pergamino (que ya había sido empleado en la antigüedad por los bibliotecarios de Pérgamo, de ahí su nombre) sustituyó definitivamente como material de escritura al barro o el papiro. Surgieron entonces por fin libros parecidos ya a lo que conocemos, aunque en aquel tiempo se almacenaban de forma distinta, es decir no verticalmente unos al lado de otros como es común hoy en día, sino horizontalmente, unos encima de otros para que el duro pergamino que formaba las hojas no se abombase.
Producción europea de copias de libros entre el año 500 y 1800, exceptuando el sudeste de Europa y Rusia. En él se observa el vertiginoso ascenso que supone la llegada de la imprenta. (Nótese que el eje Y del gráfico, donde se indica el número de copias no es lineal, si no que el valor se incrementa para poder abarcar la exponencial evolución dentro de unos parámetros representables en la imagen). Buringh, Eltjo; van Zanden, Jan Luiten
Cada uno de estos cambios implicó a su vez ligeros ajustes en los sistemas de escritura. A saber, un material rugoso como el papiro favorecía el empleo de tipos de letra formadas por ángulos pronunciados y múltiples trazos mientras que el pergamino permitía dibujar más fácilmente letras de forma redondeada. Luego desde China los árabes trajeron el papel a Europa y pronto el nuevo material se impuso como soporte de la escritura debido a sus múltiples ventajas, como ser más barato, manejable y fácil de producir en grandes cantidades que los anteriores soportes para la escritura. Finalmente, mientras la Edad Media llegaba a su ocaso, la imprenta cambió las cosas sino de forma cualitativa sí cuantitativa. Solo en los primeros cincuenta años que siguieron a Gutenberg se imprimieron más libros que todos los ejemplares redactados o copiados en los “scriptoria” monásticos en los mil años anteriores. Pero en esencia, como ya dije, la tecnología de la escritura en Occidente no ha variado de forma drástica al menos durante los últimos dos mil años y por ello podemos decir que los soportes usados para almacenar la información tampoco han cambiado en lo sustancial a lo largo de ese tiempo, lo que facilita en cierta forma nuestra tarea de decodificar la información que sociedades pretéritas nos han dejado, en la medida en que podemos observar dicha información a simple vista sin necesidad de ningún mecanismo especial que sirva como intermediario. Todo el problema estriba en descifrar los signos gráficos en cuestión y que en general tenemos demasiados pocos textos procedentes de determinadas épocas. Existen algunas trabas con las que hemos de lidiar según la época de procedencia de la fuente en cuestión, sobre todo debido al empleo en la Europa medieval y moderna de un tipo de tinta (ferrogálica) que abusaba de la inclusión de elementos metálicos, esencialmente sulfato de hierro, lo cual con el paso del tiempo ataca a la celulosa del papel y afecta al grado de conservación de los documentos. Pero nada insalvable. Ahora bien, eso era así hasta que la revolución de las telecomunicaciones y el auge de la informática han cambiado las reglas del juego. Desde hace algunas décadas buena parte de la información que la sociedad humana produce ya no es información escrita sino audiovisual y no se almacena en papel sino en soportes ópticos y magnéticos cuya tecnología de base ha empezado además a mutar, periódicamente, a un ritmo alarmante. Casi tan alarmante como la frecuencia con la que producimos y acumulamos más y más y más montones de datos.
Imagen del año 1937 de la Central de la Institución Social de Praga, Checoslovaquia, con el sistema de archivo de cartas vertical más grande del mundo. Ya entonces constaba de archivadores dispuestos desde el suelo hasta los techos que cubrían más de 370 metros cuadrados y más de 3000 cajones de 3 metros de largo. Así mismo disponía de mesas elevadoras eléctricas de ascenso, descenso y movimiento hacia la izquierda o la derecha con solo con presionar un botón, para alcanzar el cajón deseado, los cuales también se abren y cierran electrónicamente. Collativelearning.com
De hecho, para hacerse una idea de los términos del asunto, imaginemos toda la información generada por la Humanidad desde el descubrimiento de la escritura hasta el año 2000 más o menos. Los especialistas dicen que la cifra puede rondar los 5 exabytes. Pues bien a partir de la entrada en el nuevo milenio cada año estamos generando una cantidad equivalente a toda la que habíamos originado en los 40 siglos anteriores. Y el ritmo va en aumento. Todo esto a varios siglos vista puede acabar facilitando mucho la vida a los historiadores del futuro… o bien todo lo contrario. Os pongo un ejemplo. El Domesday Book o Libro de Winchester fue una especie de censo de propiedades llevado a cabo en la isla de Inglaterra torno al año 1086, a comienzos del reinado de Guillermo el Conquistador. Es una fuente histórica muy valiosa para los historiadores ya que, pese a sus múltiples errores y omisiones, permite dar un vistazo en profundidad a la realidad socioeconómica, demográfica o genealógica de la región en aquel tiempo. Es decir aporta un registro de datos tan abundante y complejo como rara vez se puede conseguir para épocas anteriores al s. XIX, salvo excepciones muy puntuales (como pueda ser por ejemplo el Catastro de Ensenada en el caso español).
Imagen del “Domesday Book” durante la exposición pública celebrada en Lincoln Castle en mayo del año 2017 con motivo de los eventos conmemorativos de la “Batalla de Linconl” el año 1217, cedido temporalmente por el Archivo Nacional en Londres donde se conserva habitualmente. BBC
Ocurre que hace precisamente treinta años, a mediados de los 80, la BBC lanzó un proyecto con motivo del 900 aniversario del Domesday Book. Se trataba de recopilar todos los datos posibles sobre un millón de ciudadanos ingleses de entonces con vistas a su revisión en el futuro. Una vez completada dicha tarea la información resultante se almacenó usando la última tecnología de la época y más o menos se olvidó el asunto durante algún tiempo, hasta que alguien se acordó de comprobar cómo marchaba aquello. Pero el producto de los esfuerzos llevados a cabo en 1986 se había almacenado en un Laser Disc y cuando cerca de veinte años después se intentó volver a leerlo resultó que en su día nadie se había tomado la molestia de almacenar junto al disco también el aparato correspondiente. Por ello resultó bastante complicado encontrar en manos privadas un lector de Laser Disc en buen estado que pudiera leer el disco de marras que además se había rayado por roces o vaya usted a saber y tenía algunos sectores defectuosos. En apenas dos décadas la información guardada a mediados de los 80 había estado a punto de perderse mientras que el primitivo libro que se pretendía homenajear había aguantado perfectamente el paso del tiempo durante mil años. Las formas predominantes a través de las cuales almacenamos información hoy en día resultan muy sofisticadas, pero también muy frágiles. Muchos de los dispositivos aparecidos en los últimos veinticinco o treinta años y dedicados a grabar o guardar información se corrompen y pierden dicha información de forma natural demasiado rápido.
Paradojas de la evolución tecnológica…
En teoría lo que se graba en un CD por ejemplo debería poder sobrevivir entre uno y dos siglos. Pero eso solo resulta cierto en unas condiciones ideales de temperatura, humedad y luminosidad. Hablando en plata: las fotos de tu boda, tus trabajos del colegio o esas películas porno bajadas de Internet que trabajosamente guardaste en Cds y Dvds básicamente se van a deteriorar y perder en unos 15 años. Para entonces o vuelves a regrabar toda tu colección o a cada año que pase el riesgo de perderla aumenta. De hecho es posible que para entonces no te quede más remedio que pasarla toda a otro formato porque ya no existan apenas lectores de Cds. Lo mismo puede aplicarse con distintos ritmos a todo lo que guardas en otras plataformas, como alguna memoria USB por ejemplo. Por comparación el papiro, el pergamino o el papel resultaban soportes mucho más toscos y con capacidad para albergar volúmenes de información sustancialmente más pequeños. Pero en cambio han sido formatos mucho más durables. Hay rollos de papiro descubiertos en Herculano (como este cabrón resistente de más abajo) que han sobrevivido después de que les pasara por encima una erupción volcánica.
Rollo de papiro descubierto en Herculano, una de las ciudades más florecientes de Italia, situada en la costa del mar entre Nápoles y Pompeya, bajo las faldas del Volcán Vesubio, logró sobrevivir a la erupción del volcán el año 79 d.C, luego de que una densa capa de fango y lava cubriera la ciudad por completo. Paz estrada
En cambio los formatos de nuestro tiempo están enfocados sobre todo a ser capaces de almacenar mucha información, no a almacenarla mucho tiempo. En base a ello, y a otras consideraciones, cada vez más se recurre a la salvaguarda de datos subiéndolos a la red. Pero a fin de cuentas lo que guardas en la red simplemente está ahí porque se guarda en uno de esos formatos físicos a los que me refiero en alguna parte del mundo. Básicamente en grandes naves donde yacen servidores compuestos por miles de ordenadores conectados en red. Si hasta hace poco la historia de la memoria humana era la de sus grandes bibliotecas (Alejandría, Ebla, Pérgamo, la de Celso en Éfeso o la de Trajano en Roma, la Bayt al Hikmah de Bagdad o la Dar al Hikmah de El Cairo, la Biblioteca Laurenciana en la Florencia de los Médicis, la del Escorial en tiempos de Felipe II, etc.) los próximos siglos lo será de esos fríos almacenes donde se guarda en formato físico nuestra información. Lo que ocurre es que esos grandes centros de datos están sometidos, como toda infraestructura, a verse afectados por un conflicto político, un desastre natural, un fenómeno electromagnético, o simplemente al cierre o la quiebra repentina de la empresa de turno. Además, llegados a este punto surge un nuevo tipo de problema que ya he insinuado: la forma en que las sociedades contemporáneas guardan información requiere máquinas (todavía escribimos a mano o transcribimos la información en papel, pero cada vez menos y la tendencia es clara en cuanto a lo que se espera ocurra las siguientes décadas). La cuestión es que si usamos máquinas para codificar la información también vamos a necesitarlas para descodificarla. Y el problema es el ritmo al que nuevos tipos de máquinas y formatos sustituyen a los anteriores, o el hecho de que para funcionar ese hardware requiere un software que también cambia de forma acelerada. Además, resulta que cada nuevo formato no es automáticamente compatible con todos los anteriores.
El almacenamiento físico de todos los datos que generamos diariamente se localiza principalmente en tan solo unos pocos lugares en todo el planeta, auténticas naves industriales susceptibles de perder la información por infinidad de situaciones. vox.com
Obviamente, a medida que en nuestras sociedades acumulamos más y más información a un ritmo inusitado el trasladar todos los datos “atrapados” en viejos formatos a los nuevos se vuelve poco práctico y demasiado trabajoso, lo cual tiene sus repercusiones. Pensemos en todo lo que se grabó en su momento en disquetes de tres y medio (no digamos ya en los de cinco un cuarto) durante los años 80 y primeros 90 y que ya es básicamente ilegible o ha desaparecido hoy en día, como está ocurriendo con todo lo que vamos dejando olvidado en cintas VHS, vinilos, casettes, viejos carretes fotográficos... Y no solo nosotros, los individuos particulares, sino también empresas o instituciones culturales. Algo ya más preocupante. En esa línea hace poco se supo que en torno al 70% de los filmes mudos rodados en los EE.UU. se han perdido para siempre debido a diversos eventos, según un estudio realizado por la Junta Nacional de Preservación para la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos. De hecho del 30% conservado solo la mitad de los títulos se han preservado íntegros, el resto (la mayoría de los rodados antes de 1920) está formado por copias a las que les faltan partes o tienen una calidad menor de la que presentaba su formato original. Por otro lado la Fundación Fílmica Martin Scorsese publicó hace unos años su propia estimación para un período algo más amplio. Según ellos la mitad de las películas estadounidenses anteriores a 1950 se han perdido para siempre. Entre ellas muchas con un valor histórico indudable, como "The life of general Villa" rodada en 1914 y que, pese a su trama en gran parte ficticia, contenía imágenes reales tomadas durante la Revolución Mexicana.
Christy Cabanne fue el director de esta mítica película, supervisada por D.W. Griffith, donde el mismísimo Raoul Walsh encarnó a un joven Pancho Villa, en la cual el propio general revolucionario fue solicitado para interpretarse a sí mismo. De ella, apenas sobrevive un pequeño fragmento, en el cual una colonia de mormones huye hacia la población de Torreón a causa de la Revolución. Las imágenes con Pancho Villa como actor por desgracia se han perdido completamente. La restauración del fragmento sobreviviente de este filme, perteneciente a la colección de Edmundo Padillla en El Paso, Texas, fue realizada en el laboratorio de L'immagine Ritrovata, en Boloña, Italia. Cineteca Nacional de México
Y estamos hablando de un país donde tienen los mejores medios y existen varios organismos y fundaciones encargados de estas cuestiones. Para el resto del planeta es posible que la inmensa mayoría de las películas rodadas hace más de cuatro o cinco décadas simplemente hayan desaparecido. Además, en otros ámbitos de conocimiento y expresión aún más importantes este tipo de dinámicas también están empezando notarse. Y eso no es nada comparado con lo que está por venir. Somos la civilización que produce datos con mayor velocidad y en mayor cantidad de la historia, pero tal peculiaridad está generando ahora mismo, mientras escribo esto, nuevos problemas que tal vez contra todo pronóstico conviertan a nuestra sociedad en casi completamente impermeable a los intentos de los historiadores del futuro por recuperar o analizar los datos que estamos produciendo. No me negaréis que hay una inquietante belleza en dicha ironía.
Pase lo que pase, mantente con vida. Iré a buscarte. Por mucho que me cueste, por muy lejos que estés, te encontraré.
Daniel Day-Lewis en “El último Mohicano”
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Autor: John Surena
Temas relacionados: Arqueología informática, Historia de la Tecnología, Curiosidades de la tecnología Reconocimientos y más información sobre la obra gráfica ADVERTENCIA: En este foro, no se admitirán por ninguna razón el lenguaje soez y las descalificaciones de ningún tipo. Se valorará ante todo la buena educación y el rigor sobre el tema a tratar, así que nos enorgullece reconocer que rechazaremos cualquier comentario fuera de lugar.
5 Comentarios
Ximo 70
6/10/2018 17:05:36
Cuanta razón tenéis, mejor no pienso en todos los CDs y DVDs que he perdido, me acuerdo comprarlos de 50 en 50 en los chinos y hacer copias de música y fotos escaneadas Y YA NO ME QUEDA NADA salto la capa de arriba sin a verlos usado NUNCA. Me tomaron el pelo fui un tonto y eso que en mi defensa diré que he perdido hasta discos de Kodak con sustrato de oro que se suponian indestructibles. Toda la razón.
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quelecortenlacabeza
6/10/2018 17:56:50
Si que eres tonto, eso no cabe duda: " sin a verlos usado NUNCA" 😂👏👏 Va, va que ya se que habrá sido el corrector. Pero es verdad yo los VHS mejor los tiro directamente al contenedor, lo que no te pasas a Disco Duro lo puedes dar por muerto
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Berti López
6/10/2018 21:39:13
Felicidades por este hayazgo, desconocia la historia del laser disc y a este historiador, pero de paso ha dejado una gran paradoja al descubierto. No creo que haya que esperar tanto para no comprender, ni poder entender la historia. La actúal saturación de mentiras en la red y la "post verdad" sumado a los millones de terabytes de datos inútiles ya creo que harán imposible el trabajo a los futuros historiadores. Que se haya dejado perder tanto cine, directamente es un crimen. Pero lo que no interesa, basta con dejar que se deteriore hasta desaparecer. Deberiaís aconsejar el artículo que pusisteis sobre las primeras películas dirigidas por un afroamericano al final,(Micheaux) en los consejos, en esecencia confirma otra vez más el planteamiento del señor Surena. Muy acertado.
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Lisi Serranos
8/10/2018 21:41:26
Brutal! No sabía que Pancho Villa se interpretó así mismo en una película, pero no creo que resulte casualidad la desaparición de la cinta, como muchas otras. No lo digo como una conspiranoica, sencillamente lo que no interesa desaparece, como el propio Villa, asesinado por propio interés de los yanquis. Que ahora los soportes informáticos se rompan con tanta facilidad, lo pone a huevo..yo se de unos discos duros en una sede... cada vez es más fácil acabar con la memoria
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Ismael Silla
15/10/2018 13:52:54
Interesante artículo, más información que nunca que no sirve para nada. Si ocurriera un pulso electromagnético perderíamos gran parte de la información del último medio siglo. Aunque por suerte o por desgracia seguimos talando árboles de manera salvaje para fabricar papel y generamos millones de toneladas de información escrita, así que quizás perder un poco de información digital no sea tan grave como parece (excepto por las fotos de nuestra boda, que tampoco es algo grave) supongo que la información más importante se guarda de una manera segura. En todo cado felicidades por el consejo del blog, es una fuente increíble de relatos históricos apasionantes y crítica del arte, precisamente esperaba algo más de informática retro y me he llevado una sorpresa, es muy apasionante para disfrutar de historias curiosas. ¡Seguid así!
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