Satoru Iwata: El ejecutivo que realmente amaba los videojuegos

Grandes creadores: BaityBait

En el 10º aniversario de la muerte de Satoru Iwata (1959-2015) el youtuber BaityBait ha realizado el que es posiblemente el mejor reportaje en español que rinde homenaje al antiguo presidente de Nintendo, ejemplo absoluto de lo que debería ser un CEO en la industria de los videojuegos -o de cualquier otro tipo-

Satoru Iwata (1959-2015), el cuarto presidente de Nintendo, es ampliamente reconocido como el líder más querido y respetado en la historia de la industria de los videojuegos. Su legado perdura no solo por sus éxitos comerciales, sino por su combinación única de talento técnico, visión innovadora, humildad y conexión auténtica con los jugadores.

Un Presidente con verdadero 'Código' en el Corazón
En las oficinas de HAL Laboratory en los años 80, un joven con sonrisa tranquila y gafas redondas pasaba noches enteras frente a un ordenador. Las teclas crujían bajo sus dedos mientras comprimía mundos enteros en líneas de código. "Si la memoria no cabe… haremos que quepa", murmuraba Satoru Iwata, rescatando Pokémon Gold/Silver de lo imposible. Años después, ese mismo genio reprogramaría Super Smash Bros. Melee en tres semanas, sudando junto a sus equipo como un desarrollador más… aunque ya fuese Presidente de Nintendo.

Raíces: El Programador que Nunca Olvidó
Iwata jamás borró su esencia. Mientras otros CEOs firmaban contratos en torres de cristal, él olía a café frío y cables. Recordaba sus inicios: crear Kirby —esa bola rosa que absorbía sueños— y dar vida a Balloon Fight desde cero. "En mi tarjeta soy presidente; en mi mente, desarrollador; en mi corazón, gamer", repetía. Por eso, cuando la Nintendo DS agonizaba por diseños conservadores, tomó un lápiz y dibujó dos pantallas. "¿Táctil? ¿Para abuelas y niños?", dudaban los ingenieros. Él solo sonreía: "Los juegos deben unir, no dividir".

La Revolución: Cuando el Mundo Jugó Juntos
El lanzamiento de la DS en 2004 fue un terremoto. Abuelos resolvían sudokus (Brain Training), niñas paseaban perritos virtuales (Nintendogs), y oficinistas competían en Mario Kart en el metro. 154 millones de consolas después, Iwata ya preparaba su siguiente hechizo: el Wiimote. "¿Controles de movimiento? ¡Es una locura!", gritaban los accionistas. Pero él creía en la magia de ver a familias enteras reír con Wii Sports. Vendió 101 millones de Wii, y el planeta entendió su mantra: "Juegos para todos, no solo para élites".

Humanidad: El CEO que se Bajó el Sueldo
En 2011, la sombra llegó: la 3DS flaqueaba, y la Wii U nacía frágil. Mientras otros ejecutivos recortaban empleos, Iwata convocó a la prensa. "Reduzco mi salario a la mitad", anunció. No despidió a un solo alma. "El talento es sagrado", decía. Sus ojos brillaban en los Nintendo Direct, bromeando con un plátano gigante o un traje de Link. En "Iwata Pregunta", charlaba con sus equipos como un amigo curioso. Los fans sentían que hablaba solo para ellos.

Legado: La Sonrisa que no se Apaga
En julio de 2015, el cáncer venció su cuerpo. Pero su espíritu quedó grabado en cada rincón de Nintendo. Al revelar The Legend of Zelda: Breath of the Wild, los desarrolladores escondieron un personaje: Botrick, un anciano sabio en una montaña alta. "Por favor, entiendan…", su frase emblemática, se volvió leyenda. En estudios de PlayStation, Xbox e Indies, encendieron velas virtuales. Shigeru Miyamoto, su hermano de creatividad, susurró: "Él nos enseñó que los números no son más importantes que las sonrisas".

Epílogo: El Alma que Reside en Cada Switch
Hoy, cuando una familia juega Mario Kart en la Switch, cuando un niño descubre a Kirby por primera vez, o cuando un programador rescata un juego al borde del fracaso… ahí está él. En el crujir del Wiimote al atardecer, en el lápiz que dibuja ideas locas, en el presidente que prefería rebajar su sueldo antes que herir sueños. Porque Satoru Iwata no fue un ejecutivo: fue un narrador de mundos que convirtió consolas en puentes, códigos en poesía, y liderazgo… en amor.

— Y así, el programador que gobernó con un Wiimote y un corazón, sigue diciéndonos: "¡Onward!" (¡Avancemos!).

Autor: Salvi López

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