CINE Y SERIES |
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Black Mirror – Netflix
Las distopías y las ficciones ucrónicas han pasado en las series televisivas por la vía rápida de ser, una rara excepción, a transformarse en la denuncia más inteligente de nuestro mundo actual donde los límites con la ficción y la fantasía se difuminan a toda velocidad a diferencia de cómo había normalmente ocurrido en el cine o la literatura.
Habitualmente estas obras sobre universos donde la realidad se invierte hasta transformarse en una pesadilla, eran claras críticas políticas a la sociedad que les había tocado vivir a sus autores, pero hoy en día han evolucionado para transformarse en la denuncia más inteligente de nuestro actual universo tecnológico y de la comunicación donde los límites con la ficción y esa fantasía malsana se difuminan con aterradoras realidades que ya pueblan nuestras vidas.
Mucho tiempo ha transcurrido desde que en 1966 estrenara Fahrenheit 451 donde François Truffaut nos muestra una sociedad en la que los bomberos tienen un objetivo bien diferente al que conocemos, quemando libros según los designios de un gobierno y unas élites que consideraban a los textos literarios un peligro para el hombre que les llena de angustia y pensamientos perversos que acababan con el equilibro de la sociedad. Esa misma sociedad ha cambiado y la mayor parte de la información ha pasado de estar contenida principalmente en una pasta de fibras vegetales a quedar almacenada en millones de gigabytes de soporte informático. Por supuesto, se siguen quemando libros en algunos lugares del mundo donde desgraciadamente han quedado anclados en bárbaras costumbres medievales y reina la más cruel ignorancia abonada por la pobreza, pero el gran enemigo que siempre ha sido la información para el progreso y la libertad ahora es una poderosa arma de destrucción masiva. A ningún mandatario de este planeta le asusta ya el “poder” de un libro, esa es la verdad, el desarrollo tecnológico a conseguido directamente que una amplia mayoría de la sociedad los aborrezca sin tener que hacer absolutamente nada con ellos, de hecho cada vez publicamos más y más títulos que se almacenan en gigantescos almacenes o nuestras estanterías, favoreciendo la cría de polvo y ácaros, así como ser el justificante perfecto para el millonario negocio de la deforestación sin que a nadie le suponga el más mínimo problema. La literatura de ciencia ficción ha usado prácticamente desde sus inicios las historias distópicas para realizar ácidas críticas y poco a poco el cine nos ha ido ofreciendo con cuenta gotas magníficas obras al respecto, muchas de ellas basadas o inspiradas en estas mismas obras literarias, desde la temprana distopía de una sociedad alienada y manipulada en “Metrópolis” (1927) de Fritz Lang, pasando por el mundo hambriento de Cuando el destino nos alcance (Soylent Green - 1973) de Richard Fleischer, la magistral y deslumbrante Blade Runner (1982) de Ridley Scott, la excesiva Brazil (1985) de Terry Gillian hasta las más modernas reflexiones sobre el avance en genética de Gattaca (1997) Andrew Niccold, la espectacular y compleja obra sobre el ciberespacio y la manipulación, Matrix (1999) de los hermanos Wachowski, a la reciente y pirotécnica de Ready Player One (2018) de Steven Spielberg.
Black Mirror – Netflix
Por desgracia en las últimas dos décadas, salvo honrosas excepciones como la mencionada Matrix, V de Vendetta (2006) de James McTeigue por citar alguna cinta más, el cine basado en universos distópicos ha encontrado un tremendo caldo de cultivo amparado en obras para teenagers que ha propiciado suculentos beneficios como el caso de la tetralogía Los juegos del hambre, basada en los textos de aventuras juveniles de ciencia ficción de Suzanne Collins pero que no han profundizado demasiado en el principal interés de las distopias, si no que más bien han re-direccionado la crítica directa hacía el punto de flotación hacía un espectáculo juvenil que sustituye a las clásicas obras románticas, pero adaptadas a un universo hiper tecnológico y devastado (aunque por suerte, con unos papeles femeninos más fuertes y ajenos a la pasividad de los roles clásicos). Los efectos especiales y las relaciones amorosas juveniles y simplistas han colmado la atención de estas nuevas obras, relegando el análisis de la sociedad que describen a un papel profundamente secundario. Por suerte la nueva era dorada de las series televisivas ha complementado el simplista y anodino panorama cinematográfico con magníficas obras que intentan actuar de revulsivo ante unos nuevos tiempos oscuros que parecen vislumbrar antiguas pesadillas de nuevo en el horizonte. Black Mirror: la moderna visión distópica o la tragedia de la tecnología Sin duda la crítica televisiva de calidad mejor realizada y referente absoluto hasta la fecha, donde se analiza con crudeza cómo la tecnología manipula nuestras vidas, sacando lo peor tanto de nuestros gobernantes o incluso de nosotros mismos, haciendo un ferviente hincapié en la responsabilidad de los medios de comunicación sobre muchos problemas actuales. Serie de televisión británica creada por Charlie Brooker y producida por Zeppotron para Endemol, productora de televisión con base en los Países Bajos, perteneciente a Mediaset o Goldman Sachs detalle nada desdeñable para comenzar, pues son los responsables de crear “Gran Hermano” u “Operación Triunfo” así que nadie mejor que ellos para darnos una pormenorizada visión del mundo que nos espera.
Black Mirror – Netflix
Originalidad y sencillez entre sus premisas básicas: temporadas de tres y seis capítulos autoconclusivos con una duración entres 40 minutos y una hora, episodios sin continuidad argumental y que por tanto pueden ser perfectamente visionados por separado. Eso sí, historias llenas de tensión, incomodidad, angustia, miedo, incluso humor y reflexión, mucha reflexión, como si Endemol quisiera purgar sus pecados en forma de autocrítica constructiva para todo espectador dispuesto a pensar. Su formato resulta innovador con un estilo que sorprende capítulo tras capítulo, mostrando con originalidad y frialdad los peligros de la tecnología y los medios de comunicación en la sociedad actual desde diferentes perspectivas desde las altas jerarquías a historias intimistas pero de calculada frialdad descriptiva. Tras estas historias se exploran las diferentes caras de un mundo trágico casi idéntico al nuestro en la mayoría de los aspectos, de hecho, viendo aleatoriamente gran parte del metraje, no podríamos decir que se trata de una obra de ciencia ficción o distópica, tan solo es un espejo no tan diferente de nuestra realidad y eso es lo más aterrador. El nihilismo existencial se derrama en cada segundo de metraje, la opinión que ofrece sobre la condición humana es de todo menos optimista y lo refleja con la inteligencia necesaria para no dar la sensación de ofrecernos un discurso filosófico, ni de lejos. Todo lo contrario, nos ofrece historias ágiles que giran alrededor de una o varias figuras humana torturadas ante la crueldad o la indiferencia de una sociedad opresiva y amoral, incapaz de ver más allá de su propio ombligo. Un panorama medieval trágico y oscuro donde lo único que cambia son las herramientas de tortura para hacer enloquecer a la víctima u obtener lo que se desea de ella y donde la tecnología juega un papel esencial en esta historia como objeto capaz de causar dolor, miedo o confusión tanto por la voluntad de terceros como por nuestra propia naturaleza. Su creador Charlie Brooker es perfectamente consciente de los abusos de una tecnología a la que estamos enganchados, bien sea a través del móvil, del ordenador o la televisión, algo que sumado a la crueldad humana nos lleva esta ácida sátira sobre la vanguardia tecnológica y el papel concreto de los avances en la comunicación para acabar con la dignidad humana, sin dejar prisioneros, porque Brooker lo tiene claro, aquí no hay inocentes.
“San Junípero” es probablemente el capítulo menos agrio de Black Mirror y quizás por eso desgraciadamente uno de los menos apreciados, pero resulta una historia de amor sin aditivos, tan solo una pizca de ciencia-ficción, con la amenaza desagradable y omnipresente del paso del tiempo flotando como un fantasma acariciando el guión. La carismática pareja formada por Mackenzie Davis y Gugu Mbatha-Raw ganó un Emmy como mejor película para televisión y sinceramente se lo merece, por mucho que el snobismo reinante lo critique. Netflix
Sabe perfectamente apuntar con el dedo hacía nuestro conformismo social o la irracionalidad de la que muchas veces todos hacemos gala sin excepción y eso nos irrita y causa una desagradable sensación en nuestro espíritu, porque no hay culpables ni inocentes, todos verdugos y todos víctimas en mayor o menor medida. 15 millones de méritos. Intentar describir esta serie con los métodos tradicionales resulta realmente difícil, dada la disparidad de guiones y caminos estéticos para tratarlos resulta casi imposible ofrecer una visión acertada del conjunto sin destripar cada capítulo, cada cual elige un pieza de esta obra como favorita y aquí no va a ser menos aunque, quizás no sea el episodio más redondo desde un punto de vista lúdico o narrativo sin embargo puede que sea la más atroz crítica realizada al universo televisivo actual. En el mundo alternativo, (¿Seguro que alternativo?) el objeto y deseo último de la existencia de las personas es participar en un programa de televisión al estilo Operación Triunfo, La voz o Factor X para intentar salir de la situación de esclavitud en la que viven su día a día, donde todo lo que obtienen de su trabajo son créditos para subsistir comprando comida y servicios básicos o complementos para un avatar virtual que les representa, mientras pasan la vida pedaleando todo el rato, para así generar energía y no acabar como meros esclavos gordos aún más miserables, realizando tareas aún más denigrantes mientras son el objeto de desprecio por parte de todos.
Black Mirror – Netflix
Este episodio de la primera temporada dispara a matar en todas direcciones, la telebasura, los mecanismos de estos programas para humillar, manipular y denigrar al ser humano con el objeto de obtener una sociedad aún más alienada y cruel que puede ser perfectamente manipulable bajo la complicidad de una audiencia incapaz de comprender como colabora en su propia destrucción. Lo más aterrador de este sublime episodio, no radica en los efectos especiales, ni en la claustrofóbica descripción de un mundo “colmena” hiper tecnológico y alienado, ni en la cruel historia de amor, que ya de por si le daría un billete de ida a la excelencia, no, lo más aterrador son los “diálogos y speechings” del jurado del concurso, capaces de acabar ellos solitos con su inteligente actuación y verborrea con cualquier atisbo de rebelión y dignidad. -¿Porqué dan tanto miedo? -Fácil, porque los hemos escuchado ya un millón de veces en esos concursos… incluso mucho más crueles y miserables, porque su discurso falso y manipulado ya forma parte de la forma de pensar de una gran parte de la sociedad que sueña con escapar de su miseria recibiendo el beneplácito de estos arrogantes y malvados jueces, dispuestos a traicionar cualquier atisbo de solidaridad real en favor del superficial éxito personal momentáneo que supone estas terroríficas máquinas de picar carne para la comida basura con la ya se alimenta gran parte de la actual sociedad. Electric Dreams, cuando te crecen los competidores.
Electric Dreams - Amazon Prime
En un principio no hay que ser muy listos para darse cuenta de que Electric Dreams tiene mucho que ver con Black Mirror. Mientras que la primera es una de las medallas en la solapa de Netflix, Electric Dreams ha intentado ser la respuesta de Amazon para aumentar su prestigio en este campo de batalla. La productora ha intentado descaradamente diseñar un modelo similar: una serie de ciencia ficción con capítulos independientes entre sí, pero basada íntegramente en los relatos de uno de los escritores de ciencia ficción más prolíficos de la historia, analizando la humanidad en 10 episodios independientes al mismo estilo que Black Mirror Por suerte cada episodio fue adaptado por destacados escritores y directores estadounidenses y británicos, incluyendo Ronald D. Moore, Michael Dinner, Tony Grisoni, Jack Thorne, Matthew Graham, David Farr, Dee Rees o Travis Beacham. Pero a diferencia de la anterior serie de referencia, analizando la naturaleza humana en mundos excepcionalmente ambiciosos, tanto terrestres como en un futuro distante más allá de los confines de nuestro sistema solar. Visto rápidamente, en efecto, hay muchos paralelismos, pero que esta obra sea adaptaciones de relatos de Philip K. Dick, sin duda uno de los mayores genios de la ciencia-ficción clásica, hace que tengan un valor intrínseco importante asociado con los conceptos claves para K. Dick, contándonos historias que van desde el ambiente más ciberpunk a relatos en mundos alternativos o auténticas odiseas espaciales alejadas en el tiempo- Aunque como serie de relatos independientes tiene capítulos mejores y capítulos peores, lo cual es inevitable dado el formato, el resultado realmente vale la pena, ofreciendo a nuestro intelecto cuestiones que hay que resolver en el presente siguiendo los planteamientos extraños y perturbadores. A pesar de que a cada narración se le ha otorgado sus propia estética y lógica interna, frente al pesimismo terrorífico de la creación de Charlie Brooker el punto de unión en la obra de K. Dick es bien distinto: ¿qué es lo que nos hace humanos? Frente a la oscura visión de Black Mirror visionar Electric Dreams es comenzar un viaje de autodescubrimiento algo más positivo intentando mirar por diferentes ventanas que nos muestran futuros posibles o soñados pero que están íntimamente ligados a problemas actuales y nuestra naturaleza eterna.
Electric Dreams - Amazon Prime
Frente al discreto reparto de Black Mirror, sin desmerecer sus admirables actuaciones en algunos casos, que quede claro, Electric Dreams está protagonizada por un reparto que cuenta con múltiples estrellas introducidas a golpe de talonario por Amazon, entre los cuales se incluyen: Steve Buscemi, realizando una inspirada representación donde la genética, el alma y su verdadero origen se entremezclan en un bello y artificial mundo que se descompone, Bryan Cranston en un papel completamente alejado del bipolar Walter White de Breaking Bad que desmuestra su infravalorada versatilidad, un Liam Cunningham o Richard Madden, tan alejados de Juegos de Tronos que consiguen magnificar el contraste, un Greg Kinnear saliendo de horas bajas o una sorprendente Geraldine Chaplin en uno de sus papeles más recientes, acaparando la pantalla como pocos humanos en su oficio han conseguido lograr. La lista sigue y es casi interminable: Maura Tierney, Janelle Monae, Mireille Enos, Anna Paquin, Terrence Howard, Holliday Grainger, ,Vera Farmiga, Jack Reynor, Juno Temple, pero que conste que no es una fórmula que me desagrade en absoluto, mientras no sea poco más que un reclamo para idiotas y en este caso sin duda se observa un esfuerzo por conseguir una obra digna A título personal merecen mención aparte dos capítulos: el primero, “The Commuter” interpretado por Timothy Spall representando a un humilde empleado del centro de transporte local de trenes de cercanías que descubre que todos los días unos usuarios toman un tren hasta una parada que no existe para alcanzar una ciudad que en teoría no debería existir. Al investigar el extraño suceso por su cuenta, se verá las caras con una realidad alternativa que le obligará a enfrentarse con las luchas que él mismo libra con su mujer y con su hijo enfermo achacado de graves problemas
Electric Dreams - Amazon Prime
Y el segundo: “Autofac” en el cual se nos describe un mundo colapsado y destruido, donde unas instalaciones de fabricación automática continúan operando de acuerdo con los principios del consumismo más absurdo: los humanos consumen productos para ser felices, pero para poder consumir continuamente, se les debe negar la libertad de elección y libre voluntad. El problema radica en que ya no existe una sociedad que consuma, la humanidad está casi extinta, la polución de la fábrica automatizada está acabando con la poca naturaleza que existe y todos los recursos, así que hay que detenerla como sea, pero al igual que en Matrix, la IA (inteligencia artificial) que dirige el complejo automatizado dispone de la más avanzada tecnología bélica para defenderse e impedir ser destruida. Sin embargo este último relato a diferencia del negativismo reinante en la obra de Brooker resalta por ofrecernos una esperanza, no tanto sustentada en la naturaleza humana si no, en la naturaleza universal del “yo” y la “conciencia” como entes independientes a su origen y su capacidad para apreciar la belleza de la vida en cualquiera de sus expresiones, sin distinciones de lugar, raza, condición, genero o lo más interesante, sencillamente independiente de su origen biológico o no. The man in the high castle: ¿Seguro que los nazis perdieron la Segunda Guerra Mundial?
The man in the high castle - Amazon Prime
Como la mayoría de obras destacables El Hombre en el Castillo es una serie basada en la novela homónima del maestro de la ciencia ficción Philip K. Dick, producida por Amazon Prime. Esta espectacular serie nos trasporta bajo la sabía inspiración del gran autor a una sociedad donde los Nazis han ganado la II Guerra Mundial (más bien una simple invasión) y el mundo se divide en dos potencias: Alemania y Japón. Aunque los creadores se desvían del relato original adentrándose en una trama mucho más compleja aunque manteniéndose fiel a los personajes ya creados: Aparentemente las dos potencias mundiales conviven en paz y no tienen grandes problemas, pero realmente es tan solo una cortina que esconde un profundo odio y deseo de acabar con el rival. En el mundo presentado por Philip K. Dick, los alemanes no son unos cuantos millones de una nación centro europea, sino prácticamente la mitad de la población mundial, porque la historia cambio en un instante con el asesinato de Roosevelt antes de la Primera Guerra Mundial, luego el efecto mariposa ha hecho el trabajo sucio: tras la muerte de su líder, Estados Unidos opta por una política aislacionista, no se inmiscuyó en el conflicto europeo ni tampoco se obsesiona con el programa nuclear, llegando a una terrible cadena de consecuencias donde los nazis consiguen primero la bomba atómica arrasando Washington D. C. e invadiendo a continuación Estados Unidos junto a Japón repartiéndose el pastel. Así que América del Norte está ahora separada por una frontera que divide ambas potencias colonizadoras, una pequeña zona neutral sin ley y por otro lado una resistencia que pretende acabar con el orden establecido, liderados por un hombre misterioso conocido como el ‘Hombre en el castillo’. Tras este planteamiento básico existen múltiples planos narrativos donde los protagonistas son observados por el espectador desde todos los puntos de vista posible: la visión de cada bando, las lealtades, las luchas internas, la resistencia a la opresión, el amor, los odios personales, pero todo a su vez gira en torno a la búsqueda de unas películas misteriosas de las que dependen todos sus destinos y en las que grabado en el celuloide Alemania y Japón perdieron la guerra…
The man in the high castle - Amazon Prime
Al principio de la serie, esta se nos muestra como una serie bélica, cine negro y espionaje con una deslumbrante puesta en escena donde se nos describe unos Estados Unidos con una estética nazi que nos hipnotiza, pero centrada en los conflictos de las dos naciones predominantes, donde cada facción reconstruye su sociedad en la tierra de las barras y estrellas. Pero a medida que vamos conociendo el contenido de esas extrañas y misteriosas películas que todos buscan es cuando nos empezamos a dar cuenta de que la trama principal no va por ahí. Cuando vemos el primer rollo de película no podemos más que reflexionar sobre todo lo que ha sucedido y todo lo que puede suceder, despertando nuestra fascinación. Vamos comprendiendo que “el conocimiento es poder” y descubrimos a los verdaderos ajedrecistas: Hitler y El hombre en el castillo, en mitad de una disputa por encontrar esas misteriosas películas que pueden cambiar o avisarnos del futuro, pudiendo con esa información inclinar la balanza del destino a nuestro favor. Seamos sinceros, el tremendo presupuesto de Amazon para esta producción, podría interpretarse como una buena señal, para apuntalar una serie de gran calidad basada en una novela de culto y nadie puede negar que The man in the High Castle está rodada con técnica, esmero y calidad, resultando inevitable ver el encanto de un universo morbosamente fascinante pese a los macabros conquistadores. Por muchas razones la serie se convierte por momentos en excesivamente confusa con tramas secundarias que pueden llegar a ser irrelevantes e impiden elevarla al Olimpo de los dioses hasta que no comienza a despuntar su segunda temporada donde las cintas cobran la verdadera importancia que se merecen.
The man in the high castle - Amazon Prime
Sin embargo todo puede ser perdonado ante la fuerza aplastante del antihéroe por excelencia, el mejor personaje con diferencia de la serie: un oficial estadounidense de las SS, el Obergruppenführer John Smith (Rufus Sewell), un nazi de confortable vida en una urbanización idílica de los años 60 y craácter medio psicópata, cuyo perfecto universo queda destrozado al descubrir que su primogénito, hijo modelo de las juventudes hitlerianas, sufre una enfermedad degenerativa que le llevará irremediablemente ser higienizado. Tras ese momento el sádico y frío Obergruppenführer se revela en un ser complejo con un pasado de pobreza y desgracia familiar donde sorprende su honestidad emocional haciendo de este antihéroe un ser fascinante en comparación con los miembros de esa Resistencia que el mismo persigue. Aquí todos, tanto los nazis, los nipones o la resistencia utilizan los medios más reprobables para conseguir sus objetivos, con una escasa integridad que los muestra a todos como desechables, modelos planos de comportamiento con los que cuesta identificarse, con la honrosa excepción de Nobusuke Tagomi (Cary-Hiroyuki Tagawa), ministro nipón que busca evitar a toda costa otra masacre nuclear, pues precisamente uno de los mayores logros de la serie es hacernos empatizar con algunos de los personajes que se supone tendrían que ser a pripori los “malos” de esta obra, con ese padre que busca salvar la vida de su hijo enfermo a toda costa o ese joven que cree haber encontrado su sitio tras una vida de penurias, pues al fin y al cabo la mayor parte de las horrores que realizan los seres humanos se hacen a través de personas que nunca llegan a decidir su destino, ni se consideran santas o malvadas, sencillamente se ven arrastradas por los caprichos de la realidad que les ha tocado vivir, porque lo más probable es que la mayoría de la gente se cambie de bando cuando se muera de hambre o vea morir a sus seres amados si no hace nada.
The man in the high castle - Amazon Prime
En este universo paralelo si algo destaca es la banalidad del mal, de las obligaciones prácticas que, independientemente del resultado de un conflicto, todos realizarían sin inmutarse, aunque la historia no hubiese favorecido la victoria del otro bando y todo se vería al final de la misma manera desde el otro lado del espejo, así que volviendo a las realidades paralelas, cabe destacar que donde realmente acierta la producción no es en su vocación histórica, sino en su capacidad de hacer un ejercicio filosófico y moral sobre el destino. Por suerte y muy en el fondo,- yo mismo no lo tengo muy claro -, Amazon no pretende recordarnos la obviedad de que la historia es escrita por los vencedores, sino recordarnos como tan solo un detalle, por insignificante que parezca, puede cambiar el curso de la historia (pensemos como sería ahora la historia si Hitler no detiene el avance alemán 48 horas en Dunkerke, o esquiva el enfrentamiento en Stalingrado, centrándose en la obtención del preciado recurso petrolífero que le esperaba a poca distancia) The Handmaid's Tale, esto ya no es un cuento
El cuento de la criada – Hulu / MGM
Esta serie basada en el premiado best-seller de Margaret Atwood, narra la vida distópica de Gilead, una sociedad totalitaria antiguamente conocida Estados Unidos. En el momento actual esta serie, NO es una serie, representa una auténtica declaración de guerra por parte de la productora y el máximo exponente actual a nivel televisivo de la batalla que estamos librando a nivel planetario por no volver a las cavernas como tantas veces se ha intentado. La narración no maltrata el texto de Atwood hasta desvirtuarlo y destruirlo como es tan habitual en las adaptaciones, no es obviamente una representación literal, ni necesita serlo, pero por una vez amplifica el discurso a un gran público adormecido e incauto incapaz de comprender la dirección que nuestro mundo está tomando. El planteamiento es sencillo pero terrorífico: los desastres medioambientales y una baja tasa de natalidad han favorecido que en Gilead, antiguamente Estados Unidos, gobierne un régimen fundamentalista perverso e hipócrita que considera a las mujeres propiedad del estado, esclavizando a las mujeres fértiles y sometiéndolas a toda clase de torturas para doblegar su voluntad. Una de esas últimas mujeres fértiles es Defred (Elisabeth Moss), sirvienta (bonito eufemismo) de la familia de uno de los líderes del nuevo estado teocrático y una de las mujeres forzadas a la esclavitud sexual para llevar a cabo un último intento desesperado de repoblar un mundo devastado, favoreciendo la descendencia de los líderes autoritarios. En esta horrible sociedad donde cualquier libertad ha sido aplastada y donde una sola palabra inadecuada podría acabar con su vida, Defred sobrevive entre sus jefes y amos, sus esposas crueles y sus compañeras sirvientas. En este estado de terror, la esclava/incubadora no puede tener amigos, ni nadie en quien confiar, cualquiera podría ser una espía de Gilead con un único objetivo: sobrevivir un día más, delatar es una manera más de sobrevivir o alcanzar tus objetivos en esta enfermiza sociedad.
El cuento de la criada – Hulu / MGM
¿Alguna vez has imaginado cómo sería el vivir bajo el yugo de una teocracia extrema siendo mujer? El cuento de la criada, no es por desgracia un libro de reciente aparición, la adaptación que ha realizado Hulu y MGM Television corresponde a una novela publicada en los años ochenta por la respetadísima escritora Margaret Atwood describiendo un terrorífico estado de autoritarismo puritano, en el que cada ámbito de la vida se rige por una interpretación enloquecida de la Biblia. La serie es un continuo y sistemático catálogo de los mecanismos de represión, terror y manipulación que por desgracia, de mil maneras diferentes ya sufren millones de mujeres en el mundo. Puede que la literalidad de los mecanismos varíe a veces según la religión que adopte los métodos y el nivel de crueldad se module según las necesidades. Pero por desgracia tanto la descarnada serie de Hulu y MGM Television y la obra de Atwood ya no son una distopía o una ucronía enfermiza, es más bien un virus que se extiende por un planeta enloquecido por la manipulación, las guerras por los recursos y la miseria que ya no entiende de democracias ni solidaridad, tan sólo es un tablero sin reglas donde este universo ya nos ha sido dado en algunas regiones del planeta bajo el beneplácito del resto de naciones bajo la consigna: si es bueno para el negocio… Los homosexuales, los médicos abortistas, las mujeres que leen o desobedecen a sus amos u otro tipo de pecados similares tiene un claro castigo: con suerte son condenados a la horca. ¿A alguien le suena haber leído de esto alguna vez en un periódico, en un libro de historia o en un boletín informativo?
El cuento de la criada – Hulu / MGM
Las mujeres directamente carecen de derechos, no pueden trabajar ni tener propiedades a su nombre, de igual manera los varones que no pertenecen a las clases dirigente viven también como ciudadanos de segunda y ni siquiera pueden tener pareja si no reciben la autorización gubernamental. La población es controlada con los métodos “estándar”: vive atemorizada por una omnipresente red de espías que cual alumno de la Gestapo intenta localizar a cualquier individuo rebelde que se atreva a transgredir las nuevas leyes y normas. Los habitantes han de hablar con constantes términos religiosos incluso para los actos más triviales o sencillamente para saludarse, cualquier cambio o dejación en el extenso abanico de normas puede suponer una actitud sospechosa que puede conllevar interrogatorios, torturas y detenciones sin derecho a un juicio justo donde ningún acusado tiene derecho a la defensa, pudiendo acabar probablemente con la condena de un tribunal religioso cruel y enloquecido, sediento de preservar el poder dictando sentencias terroríficas que amedrenten a la población. Vuelvo a preguntar ¿A alguien le suena esto? Intentaré en mi próximo artículo analizar el profundidad esta serie que por derecho propio se ha ganado el dudoso honor de trascender la ficción con valentía para describir una realidad que avanza día a día mientras soñamos con ser estrellas automáticas en un concurso de talentos de una embrutecida y cruel sociedad sedienta de ver cómo nos despedaza el jurado de turno para disfrute de un público alienado y drogado de fantasías ridículas. Te puede interesar:
Francisco Rodriguez
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