TECNOLOGÍA Y CIENCIA |
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Para contaros la historia de este cacharrito permitidme que me remonte un poco en el tiempo..
Todo empezó cuando fui a visitar a un amigo a su hotel pues acababa de llegar a mi ciudad y se hospedaba en dicho establecimiento, como el hotel en sí era de los caritos y quería quedar bien con mi colega y su novia me vestí de punta en blanco para darles una buena bienvenida a mi ciudad, y quedamos en el bar de aquel ostentoso garito. Cómo es normal en mí, llegué con casi media hora de antelación y pensé esperar en la puerta del hotel no fuera a ser que alguien me llamará la atención al descubrir mis humildes orígenes y cual escena de "Los Miserables", fuese expulsado al son de una preciosa y dramática musiquita, así me quedé plantado en la puerta como un macetero, hasta que al cabo de unos minutos se presentó en la puerta un cochazo de esos con muchos aritos Olímpicos, lunas tintadas, muy negro eso sí, para no destacar, - que ahora eso está mal visto-, de la puerta trasera salió un fulano vestido de impecable traje gris cortado a medida, con un iPhone en la mano y otro aparatito que no supe distinguir, al momento de bajar, sin ni siquiera despedirse del tío que llevaba el cochecito, saco uno de esos antiguos lapicitos de plástico tipo Nintendo y empezó a escribir sobre la pantallita de aquel artilugio bien protegido eso sí por una tapa similar al cuero, simulando un libro, entonces pensé yo, que el colega estaba escribiendo sobre algún tablet de Samsung o similar pero dado el reducido formato y aspecto sentí curiosidad ,el individuo en cuestión se dirigió al interior del hotel encarándose directamente hacia el bar, cosa que yo vi desde las cristaleras, así que sin pensármelo dos veces me decidí a seguirle, al fin y al cabo era mi propio destino, el caballero (creo que ya es hora de llamarlo así), ni corto ni perezoso, como si lo hiciera todos los días, se sentó en la barra del bar y pidió un caro whisky con hielo (- qué tópico pensé !), yo me limité a pedir un refresco con la esperanza de no salir de allí arruinado. Sentándome lo más cerca que pude de él, en la barra de preciosa madera barnizada, comencé a espiarle...
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