TECNOLOGÍA Y CIENCIA |
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Las Burbujas En Las Que Vivimos
El miércoles no podíamos dar crédito a la sentencia del tribunal europeo sentenciando que los organismos modificados con CRISPR deben ser regulados como transgénicos, ahora analizamos con calma esta sentencia que dañará el futuro de la investigación, la medicina o la agricultura en Europa, dejándonos una vez más a la cola del desarrollo.
Probablemente este sea nuestro titular más agrio desde que comenzamos nuestra andadura y nos lo hemos pensado dos veces antes de publicarlo, le hemos dado mil y una vueltas por si estábamos equivocados, aún esperamos estarlo y que esto no represente una tremenda metedura de pata irreparable que dañara el futuro de la ciencia y la industria europea, que tan solo sirve para poner la zancadilla a las investigaciones con técnicas que precisamente comenzamos en el viejo continente y descubrimos precisamente aquí en España.
En resumen, podemos comenzar diciendo que el Tribunal Europeo de Justicia decidió que los organismos modificados con nuevas técnicas de edición genética como el CRISPR deben ser considerados transgénicos y por tanto, están sujetos a las normativas que limitan su cultivo dentro de la UE. Puede que dicho así no parezca algo grave, incluso suena lógico, dada la mala fama de los cultivos transgénicos (hasta nosotros tendríamos reticencias a algunas de las políticas empresariales que limitan la diversidad de las especies de cultivo o la dependencia de estas semillas que podrían transformar los cultivos en monopolios de facto). Pero hasta aquí la lógica, sencillamente hemos juntado peras con manzanas provocando probablemente daños irreversibles mezclando los conceptos con un objetivo final que no vemos nada claro, veamos la historia desde el principio: La decisión del tribunal europeo es la respuesta final a una denuncia interpuesta hace tiempo por el sindicato agrícola francés Confédération Paysanne y otras ocho organizaciones contra la legislación francesa, pues denunciaban que los organismos obtenidos por mutagénesis quedaban fuera de la normativa europea sobre cultivos transgénicos. Podemos decir resumiendo que la mutagénesis engloba diferentes métodos para generar mutaciones en un ser vivo y conseguir así que tenga determinadas cualidades, por ejemplo, que una planta sea resistente a un pesticida, a la escasez de agua o una plaga.
CRISPR + fragmentos de ADN de la bacteria Escherichia Coli (E.Coli). Los CRISPR son familias de secuencias de ADN en bacterias que contienen fragmentos de ADN de virus que han atacado a dichas bacterias. Estos fragmentos son utilizados por las propias bacterias para detectar y destruir el ADN de nuevos ataques de virus similares y así poder defenderse. Estas secuencias juegan un papel clave en los sistemas de defensa bacteriano y forman la base de la tecnología de edición génica conocida como CRISPR / Cas9 que cambia de forma no aleatoria los genes dentro de los organismos. Thomas Splettstoesser
Sin embargo, esta técnica es diferente de la transgénesis, que consiste en introducir en un organismo genes de otro ser vivo, como es el famoso caso del maíz transgénico por ejemplo que lleva un gen procedente de una bacteria, gracias al cual puede producir una proteína tóxica para ciertas plagas y así defenderse de ellas. En la sentencia el tribunal europeo considera que los organismos generados por mutagénesis son Organismos Modificados Genéticamente (OMG) al suponer que las plantas y otros organismos cuyo genoma se modifica con la técnica de edición genética CRISPR y otras similares altera la genética de los organismos de una forma que no se da en la naturaleza - ¿El Tribunal ha olvidado que a veces la naturaleza se equivoca o que la llevamos alterando desde hace más de medio siglo por diversas técnicas? Así que estarán reguladas por la directiva comunitaria de 2001 que controla el desarrollo y cultivo de organismos transgénicos. La nueva norma dictamina que cada nuevo OMG debe ser aprobado tras un análisis de su posible impacto en la salud y en el medio ambiente, teniendo que someterse a medidas especiales de trazabilidad y etiquetado. Al menos el Tribunal Europeo ha hecho una excepción con los organismos cuyo genoma se modifica por mutagénesis con técnicas convencionales como la radiación, estas técnicas más anticuadas son utilizadas en el mercado agrícola para generar mutaciones beneficiosas. Desde un punto de vista científico sería algo así como si en la era de los coches eléctricos sentenciaran que podemos diseñar vehículos con ruedas siempre y cuando no lleven un motor, claro. Pues los motores contaminan… resulta un símil cuasi absurdo, pero en esencia no se nos ocurre algo que lo defina mejor. Dicho con palabras del tribunal, el razonamiento es que las nuevas técnicas de edición genética consiguen resultados similares a los de la transgénesis, creando variantes en especies modificadas genéticamente “a un ritmo y en proporciones que no pueden compararse con las resultantes de la aplicación de métodos convencionales de mutagénesis aleatoria”. Aplicando esto, argumenta que excluir estas nuevas técnicas de edición genética de la normativa sobre transgénicos minaría el objetivo declarado de esta norma de “evitar efectos adversos para la salud humana y el medio ambiente”.
Actualmente, se diga lo que se diga, la ciencia no ha podido demostrar que los cultivos transgénicos sean más peligrosos que cualquier otro pese a la alarma despertada en las últimas décadas, eso no quiere decir que no tenga sus peligros, pero están alejados de las creencias comunes y son más próximos a los monopolios económicos y la biodiversidad que a cuestiones de seguridad alimentaria, por lo que abandonar la carrera en biogenética tan solo empeorará la situación en estos apartados ya que no impide el desarrollo de esta tecnología por parte del resto de continentes.
Puede que escrito así parezca razonable e incluso lógico, pero desde un punto de vista científico no alcanzamos a ver las consecuencias de este despropósito. (¡Ojo! científico, no empleamos la palabra comercial, pues esto no va de defender posiciones económicas que dañen la seguridad sanitaria o del medio ambiente a cambio de permitir modificaciones genéticas absurdas con propósitos crematísticos). Lo cierto es que esto carece de sentido porque en la práctica llevamos usando agentes químicos o radiación ionizante para modificar el ADN de las especies vivas desde la mitad del siglo XX, hace ya más de 70 años. Las primeras técnicas consistían en aplicar sustancias mutagénicas, es decir capaces causar mutaciones de su ADN a numerosos especímenes y luego observar cuáles de ellos desarrollaban mutaciones que pudieran ser de utilidad, como antes ya hemos mencionado, es decir, por ejemplo, resistir las plagas o las condiciones del terreno. Eso es la mutagénesis, sencillamente una versión acelerada de lo que la naturaleza lleva haciendo desde hace millones de años, donde el resultado eran miles y miles de especímenes con mutaciones inútiles, dañinas o mortales que había que cribar para obtener alguna que nos resultará de provecho tras un largo y costoso proceso de prueba y error, prácticamente a ciegas. Sin embargo, la transgénesis consiste en transferir material genético de un organismo a otro, por lo que reducimos el tiempo y el coste, pero también sabemos de antemano algo más respecto a los resultados. Lo cierto es que por el método convencional de mutagénesis se podría llegar a los mismos resultados exactos que por transgénesis, ya que la probabilidad en los resultados podría llevar exactamente a la misma mutación. Con las técnicas de edición genética pasa exactamente lo mismo, llegaríamos exactamente al mismo lugar, pero en menos tiempo, costes y por supuesto orientando mucho mejor el proceso, ya que desde un principio descartamos millones y millones de mutaciones absurdas. Pero cuando llegó a finales de siglo XX la revolución transgénica, hizo su aparición la oposición escéptica de la opinión pública y con razón, pues mostró su recelo frente a los abusos que la modificación descontrolada de la producción agrícola podía provocar, iniciándose una campaña global de desprestigio contra estas técnicas focalizada en la empresa Monsanto. Algunas veces este desprestigio fue interesado y promovido por intereses contrarios a las empresas promotoras de esta tecnología en alza, llegando a demonizar los procesos transgénicos como causantes de todos los males del mundo, cosa que dos décadas después no se ha demostrado, viéndose con el tiempo la seguridad de los procesos transgénicos aplicando una normativa adecuada, si bien no negaremos que existen peligros para la biodiversidad o la economía, al depender de unas pocas empresas que ofrecen estas semillas para todo el planeta, pero esto es un problema de monopolios y de regulación para preservar la diversidad pero no conlleva ningún problema a priori para la salud o la naturaleza con los controles adecuados.
Un buen ejemplo de cómo ha calado la mala fama de los transgénicos en el inconsciente colectivo europeo es una reciente investigación realizada en Reino Unido que alertaba sobre los mitos que rodean al cáncer donde un 34% de los encuestados creían por error que los transgénicos provocan tumores malignos. Debora Cartagena
La cuestión es que la Unión Europea elaboró una directiva que establecía una regulación bastante estricta sobre los organismos modificados genéticamente. Muchos analistas consideraron que estas leyes no iban encaminadas tanto a proteger nuestra salud como nuestra agricultura autóctona europea, pero se nos vendió como un problema sanitario, algo que era más sencillo de asumir que nuestra incapacidad tecnológica para competir. No vamos a entrar en si era cierto o no, pues algunos argumentos eran ciertos y de peso, pero desde luego Estados Unidos, principal promotor de esta tecnología lo puso muy fácil a Europa con una regulación muy liberal respecto al uso de transgénicos que dejaba claramente indefenso al consumidor. Esta situación real fue empleada con astucia por Europa para asustar a la población y meter en un mismo saco toda la ciencia genética que en el inconsciente colectivo fue vista en un primer momento como amenazadora, facilitando leyes proteccionistas que no tuvieran oposición pública. El ejemplo que confirma lo que estamos diciendo es que esta directiva no afectaba a las técnicas tradicionales de mutagénesis, muy conocidas y desarrolladas en el viejo continente y no lo hacía, porque esas técnicas se consideraban seguras más allá de toda duda, según los informes aportados por los expertos locales, aunque en la práctica hablamos exactamente de lo mismo, puesto que las pruebas que garantizan la seguridad de una mutación siempre deben ser realizadas a posteriori. Durante años la normativa hizo su función hasta que un investigador español, alicantino para más señas, de nombre Francisco Martínez Mojica cambio la historia al descubrir el germen de las nuevas técnicas de mutagénesis (CRISPR) gracias a las cuales ya no se producían mutaciones por azar, sino deliberadamente, lo que comúnmente estamos llamando corta-pega genético. Pero más allá del método a nivel técnico, no hay más diferencias reales entre un organismo mutado con las anticuadas, largas y costosas técnicas tradicionales y un organismo modificado con las nuevas técnicas. Desde un punto de vista científico la nueva legislación carece de sentido, pues lo único que permiten las nuevas técnicas es ganar tiempo y no hablamos de días, hablamos de años, muchos años. Pero entonces llegaron grupos agroecologistas franceses promoviendo un proceso legal sin ninguna base científica para que se determinara si esas nuevas técnicas debían ser reguladas por la directiva 2001/18/CE o no. En la práctica, por culpa de esta sentencia, que desde luego debe haber sido recibida con alegría y champán en Estados Unidos, China o la India, Europa se queda fuera del juego, bloqueando gran parte del desarrollo de técnicas como CRISPR, que en la práctica significa dejarnos fuera de la carrera biotecnológica porque por ejemplo cuando se investiga para obtener un propósito concreto con una técnica, a su vez, adquirimos un amplio conjunto de conocimientos asociados que de un plumazo quedan eliminados, básicamente, pensando en nuestro ejemplo, sería como obligarnos a competir en la carreras de Fórmula 1 con vehículos sin motor, intentando mejorar la tecnología de ir pedaleando, pero esto además sería solo la punta del iceberg. La sentencia supone un auténtico terremoto de increíble importancia, pero que sin embargo no está recibiendo la difusión que merece dada la complejidad del asunto y la falta de formación del público general en esta compleja materia, pero que estaba esperándose con auténtico interés en los círculos afectados. El Tribunal de Justicia de la Unión Europea tenía que decidir si las nuevas técnicas de mutagénesis (a diferencia de las antiguas) debían ser reguladas como OMGs, era sin duda una decisión crucial porque de ella dependía el futuro de tecnologías como la edición genética CRISPR en Europa, pasando ahora a ser regulada por la directiva 2001/18/CE. Por mucho que la analicemos carece de la menor lógica científica y parece estar promovida para ralentizar la investigación en Europa, por suerte no somos conspiranoicos y queremos pensar que no hay ninguna mano negra detrás de todo esto para que otros continentes ganen la carrera y obedece únicamente al desconocimiento que sobre la ciencia existe en el ámbito judicial europeo y una burocracia desmedida y absurda que llega a dificultar el paso más sencillo. - Porque es eso, ¿verdad?
Pase lo que pase, el daño ya está hecho, puesto que empresas e investigadores son cada vez más conscientes de la dificultad que entraña investigar y emplear fondos con una inseguridad jurídica sin sentido en Europa, provocando la suspensión y ralentización de muchos proyectos
Inicialmente la directiva se hizo para regular los cultivos transgénicos, pero a juicio del Tribunal que ahora dicta esta controvertida sentencia tiene sentido legal, causando un desastre terrible, porque la aplicación de la directiva supone bloquear en la práctica el desarrollo de estas técnicas como ya ocurrió con los transgénicos, dificultando que Europa pueda competir en la carrera biotecnológica. Pero las consecuencias no son solo económicas (que ya de por sí son graves), aquí olvidamos que hay vidas en juego, este es el punto más delicado y que todos los medios de comunicación están olvidando deliberadamente o por desconocimiento no han caído en la cuenta. ¿Por qué? Sencillo, la edición genética con CRISPR y el resto de nuevas técnicas de mutagénesis son de vital importancia en el desarrollo de soluciones para muchas enfermedades con origen genético o donde la solución podría implicar la edición del ADN. El trabajo en este campo sea cual sea el origen de las investigaciones, por ejemplo, el agrícola, supone una fuente de información inmensa que puede ser aplicado en el futuro en miles de investigaciones de todo tipo en otras áreas, como podría ser la medicina, donde muchas enfermedades sin solución hoy en día dependen del desarrollo de estas técnicas. En el campo de la agricultura el problema no es menor, el cambio climático, las sequías, las hambrunas y las plagas son un problema real que amenaza a todo el planeta. La población mundial no para de crecer, la falta de alimento y agua es un problema real en gran parte del planeta y poder obtener cultivos resistentes a las plagas o adaptados a terrenos áridos que produjeran mayores cantidades de alimento que los actuales podrían ser la diferencia entre la vida y la muerte para millones de seres humanos. Es cierto que muchas empresas buscan el beneficio económico, pero eso es lícito y a la larga cuando se realiza un descubrimiento la información y la técnica es compartida una vez amortizado o incluso antes, a través de la venta de la patente o con la difusión de hallazgos secundarios u otras razones varias (los hornos microondas se inventaron en la carrera espacial, pero medio siglo después todos tenemos uno en nuestras casas por menos de cien euros e Internet fue concebido como un proyecto militar, pero ahora está leyendo esta reflexión partiendo de esa investigación a un coste ridículo frente a lo que hubiera supuesto hace cinco décadas). Dejar a un continente completo fuera de una carrera vital para el futuro de la humanidad no solo es una cuestión económica que redundará en más pobreza para Europa, si no que estamos ralentizando el progreso global para luchar contra el hambre y las enfermedades al dejar a miles de investigadores en mitad de la inseguridad legal que suponen estas sentencias aunque en el futuro se impulse un cambio en la legislación comunitaria que libere a CRISPR y el resto de las nuevas técnicas de mutagénesis. Pase lo que pase, el daño ya está hecho y es de dimensiones aterradoras, pero tardaremos años en darnos cuenta de las consecuencias, además de ser un triste aviso a navegantes, puesto que empresas e investigadores se vuelven cada vez más conscientes de la dificultad que entraña investigar y emplear fondos en una Europa que zozobra en sus decisiones provocando una inseguridad desastrosa que provocará fugas de capital, empresas e investigadores, además de la suspensión y ralentización de muchos proyectos.
Autor: Iván Reyes C.
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