En estas fechas una recapitulación sobre los acontecimientos vividos, los descubrimientos científicos o los cambios políticos es inevitable, una tradición tan española cómo comer las uvas o en Estados Unidos ir a pasar frío en Times Square y hacerse un selfie.
Iniciar una editorial de la manera en que comienza esta es igualmente tópico hasta la saciedad, pero la vida es a veces así: tópica. No podemos evitar durante estas fechas repasar nuestras vidas y prometernos grandes proezas personales para el próximo año que suelen acabar habitualmente en vergonzosos fracasos ocultados a través de volver a prometer lo mismo para el siguiente año.
Esto mismo está ocurriendo con el futuro de nuestro planeta, los gobiernos de todas partes prometen cambios una y otra vez a causa de la presión social. Luego las reuniones y las cumbres ya vemos cómo acaban. Un esperpéntico paripé repleto de palabras retorcidas redactadas por directores de prensa que ni siquiera leyeron a Cervantes o Shakespeare. La Amazonia arde frente a todos, difundido el desastre en directo a miles de millones de hogares gracias a ese prodigio llamado Internet. Pero eso no cambia nada, arde con más intensidad gracias a las facilidades que ponen las redes sociales y los teléfonos móviles para reunirse en un sitio y encender unas latas de gasolina. La ciencia sigue avanzando y la tecnología asombrándonos con espectaculares imágenes de Brasil ardiendo desde el espacio. Pero nada, seguimos instaurados en una división negacionista de la realidad más contundente, sin importar que vayamos en manga corta al 31 de diciembre mientras la omnipresente nieve moscovita, ni está ni se le espera.
Un infinito baile de cifras lo justifica todo, sencillamente una agotadora exposición de estas sin la menor reflexión, ni tiempo para darnos cuenta de que significan. Siempre encontraremos un supuesto experto que nos dirá algo sobre registros de días calurosos en el siglo XIX para que nos quedemos tranquilos.
Nadie quiere dar su brazo a torcer por una mayor sostenibilidad del planeta y un futuro para todos, lo que cuenta es el precio inmediato de nuestra gasolina, de nuestros móviles, de nuestra nevera y el precio de nuestras verduras (que por cierto, nunca cobraron menos por ellas nuestros agricultores, pese a lo caras que las compramos) En resumen, nadie está dispuesto a conceder un solo céntimo a la supervivencia futura de todos. Hasta el mayor negacionista de la destrucción del planeta sabe perfectamente en su interior qué es un hecho científico inevitable, un desastre al que todos estamos abocados. Es absolutamente consciente, pero también sabe que si desea seguir en su puesto del poder deberá defender cualquier interés particular que agrande la cuenta corriente o de resultados de la mano que le da de comer. No se le puede culpar por tanto de ser como cualquiera de nosotros. Es humano, así de sencillo, vivimos para pagar las facturas de fin de mes y solo aprobamos medidas que nos garanticen que estas sean lo más bajas posibles sin importar las consecuencias dentro de 15 o 20 años. Resulta más fácil reír, saltar, beber y desearnos buen año nuevo que pensar en que nada de lo que está ocurriendo nos alcanzará lo suficientemente rápido como para empeorar nuestra precaria existencia de seres mortales. EL subconsciente se engaña pensando en que será algo con lo que lidiarán nuestros nietos y hacemos como el avestruz, metemos el cerebro bajo la tierra de la diversión y la amenaza de las facturas impagadas.
Sin duda ha sido un gran año para la investigación científica médica y el desarrollo tecnológico qué contrasta con la radicalización y la ignorancia que aumenta a pasos agigantados entre la población mundial, garantizando así, a su vez que todo va a estar cada vez más controlado por quienes se preocupan por proteger en su ignorancia autodestructiva las citadas cuentas de resultados.
Me gustaría pensar que todo esto es una gran “manipulación”, que al menos en la cima de todo hay una “mano negra” que todo lo decide y ingeniándoselas para al menos mantenernos vivos aunque solo sea en un régimen de esclavitud oculta. Pero por desgracia todo apunta a que no es así, se mire por donde se mire. Me temo que por desgracia no hay tan siquiera un contubernio, una conspiración ni unos monstruos malvados, que nos controlen a todos, sencillamente hay luchas en las alturas entre cientos de empresas, accionistas, gobiernos, inversores y gente demasiado ocupada en aumentar su pedacito de la tarta durante el tiempo que esté viva. Todos los que se reparten el citado pastel saben que nuestro planeta va a peor y no creo que deseen destruirlo, son personas muy inteligentes, sencillamente como humanos que son, se limitan a caer el mismo error que cualquiera de nosotros, piensan qué mirando a otro lado a alguien lo arreglará al final, que si la cosa se pone mal del todo, se pondrán de acuerdo, podrán hacer negocio y seguir a su aire. Exactamente igual que cuando “negociamos” a principios de año con nosotros mismos para bajar de peso, dejar de fumar o ir al gimnasio. Así de simple, es el mismo error a todos los niveles, nos encaminamos hacia el abismo mientras, nos felicitamos, brindamos con champagne y nos deseamos un feliz año nuevo esperando que alguien que no existe tenga la responsabilidad de arreglarlo todo sin que afecte a nuestros bolsillos, a nuestra comodidad, a lo poco que nos queda. Alguien que decida realmente hacer “la dieta” por todos, pero me temo que las cosas no funcionan así.
No pretendo ser negativo, ni mucho menos, todo lo contrario, quiero aprovechar estas fechas en las que inevitablemente reflexionamos, para que seamos conscientes de que todo puede cambiar. Tan solo hace falta que no caigamos en los errores de siempre, en las promesas vacías o en pensar que no hay solución y que debemos mirar a otro lado disfrutando mientras podamos.
Existe un futuro positivo si abandonamos la ignorancia, si tomamos las riendas de esa responsabilidad que puede hacer que todo cambie, podemos cambiar el mundo y transformarlo en algo mejor, solo tenemos que dejar de prometernos una y otra vez deseos vacíos para emprender con los problemas y los retos de la única manera posible: con información veraz, con lógica, con solidaridad, con ciencia, con educación, con cultura. Es así de sencillo, no hay futuro para nosotros con ignorancia e insolidaridad, porque si todos hacemos lo mismo ya sabemos cómo acaba la historia: Dentro de un año pesaremos al planeta en la báscula de los desastres y nos volverá a salir más kilos de miseria y destrucción que cuando lo comenzamos. Es lo que tienen las básculas nunca mienten. Autor: Manuel Castelló Temas relacionados: Editorial, Kasmangou Reconocimientos y más información sobre la obra gráfica ADVERTENCIA: En este foro, no se admitirán por ninguna razón el lenguaje soez y las descalificaciones de ningún tipo. Se valorará ante todo la buena educación y el rigor sobre el tema a tratar, así que nos enorgullece reconocer que rechazaremos cualquier comentario fuera de lugar.
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