Este verano hemos presenciado uno de los ejemplos más ruines sobre las verdaderas causas que están acabando con nuestro planeta: el negocio y la política detrás del incendio del Amazonas.
Durante los pocos meses de mandato que lleva Jair Bolsonaro como presidente de Brasil, la deforestación de la reserva tropical ha aumentado un 39% por culpa de la explotación agrícola, la industria minera y maderera. Pero lo peor ha llegado con los terribles incendios que asolan la Amazonia este verano
Desde que llegó al poder, el presidente no ha cumplido gran parte de sus promesas electorales por el bloqueo del Congreso, -algo a lo que por otra parte estamos acostumbrados en medio planeta-, pero sí que ha consentido sin atisbar un mínimo rubor que se arrase el Amazonas y sea ya bautizado por grupos ecologistas como “el destructor”. Ya no hablamos solo de los empresarios madereros, sino que se unen los sectores mineros y ganaderos quienes junto a los evangelistas le apoyaron durante la campaña electoral para que llegara al poder y que ahora son los grandes beneficiarios de un presidente que podría ser juzgado por crímenes universales contra el medioambiente en un mundo más justo y racional. Lo terrorífico de todo este turbio asunto radica en que cuando termine su mandato podría ser demasiado tarde, sin vuelta atrás para el planeta y haber alcanzado a marchas forzadas el temido “punto de no retorno”. La muerte del Amazonas ha aumentado a toda velocidad en los pocos meses que ha gobernado este presidente que se considera claramente de extrema derecha y empecinado en acabar con los intentos de impedir la tala de los bosques tropicales, la extracción minera y las explotaciones ganaderas ilegales.
Jair Messias Bolsonaro (Glicério, São Paulo; 1955) Político y militar retirado brasileño, actual presidente de Brasil, cargo que asumió el 1 de enero de 2019 con el PSL. Se hizo famoso por sus posiciones nacionalistas y conservadoras, la defensa de la dictadura militar de 1964, sus críticas a la izquierda, haber considerado la tortura como una práctica anticomunista legítima, sus posiciones contrarias a los derechos LGBT u otras declaraciones controvertidas, las cuales ya le han costado tres condenas judiciales. Sus posiciones políticas generalmente son clasificadas como alineadas a los discursos de extrema derecha aunque él se ha autodefinido como de centroderecha. Imagen: Fabio Rodrigues /ABr
Desde luego los conflictos con los pueblos indígenas han sido una constante en la historia de Brasil, incluso con el Gobierno de Lula da Silva, que no se salvó de la polémica por la construcción de presas, pero nada que se pueda comparar a la situación casi apocalíptica de la actualidad -y realmente usamos este verbo sin pretender en absoluto ser un ápice de sensacionalistas: es una realidad que afecta a todo el planeta con consecuencias dramáticas y seguras a corto plazo. Para que nos hagamos una idea del descaro con el que se ha pronunciado siempre el actual presidente de Brasil al respecto, ya durante la campaña electoral, Bolsonaro declaraba sin vergüenza que los grandes terrenos protegidos en Brasil eran un obstáculo al crecimiento económico y prometió abrirlos a la explotación para fines comerciales. Bolsonaro nunca se ha preguntado sobre las devastadoras consecuencias para la vida de sus ciudadanos o de los habitantes del planeta en relación a la destrucción sistemática de la naturaleza o el pulmón del planeta, su visión cortoplacista siempre ha atendido a intereses particulares, llegando incluso a insinuar de manera absurda que las organizaciones medioambientales son las responsables del actual desastre siguiendo una línea de tácticas de comunicación nacidas de la era de la “post verdad” cada vez más preocupante. Muestra de su afán destructor fue ya una de sus primeras medidas: refundir el Ministerio de Medio Ambiente con el de Agricultura, esto era como acabar con el primero al ser controlado por un organismo que promueve la tala, minería, agricultura y ganadería desaforadas. Ya en enero se firmó un decreto para conceder al Ministerio de Agricultura el poder para identificar y delimitar las tierras indígenas, algo que suponía un importante beneficio para la industria agrícola que cada vez controla más concesiones de las nuevas privatizaciones que el Gobierno está ejecutando.
Esta imagen muestra los incendios en varios estados dentro de Brasil, incluyendo Amazonas, Mato Grosso y Rondônia, fue tomada por Suomi de la NOAA / NASA utilizando el instrumento VIIRS (Visible Infrared Imaging Radiometer Suite) el 20 de agosto de 2019. Aunque no es inusual ver incendios en Brasil en esta época del año debido a las altas temperaturas y la baja humedad, este año el número de incendios puede ser récord. Según el centro de investigación espacial de Brasil INPE, se han registrado casi 73,000 incendios en lo que va del año hasta según el INPE, el cual está viendo un aumento del 83% durante el mismo período en 2018. Imagen cortesía: NASA Worldview, Sistema de datos e información del sistema de observación de la Tierra (EOSDIS)
El presidente ya había declarado que muchos territorios indígenas eran “tierras muy ricas” y solicitaba la ayuda «del primer mundo para explorar estas áreas de forma conjunta y agregar valor”. Como si estuviéramos escuchando un discurso surrealista del general Custer en tiempos del exterminio indio norteamericano no le ha preocupado decir en público que los territorios indígenas son demasiado extensos para el número de personas que albergan. En tan solo 9 meses, el tiempo que Bolsonaro lleva en el poder, ya se puede ver con cifras devastadoras sus intenciones: la región del Amazonía perteneciente a Brasil ya ha sufrido la destrucción de más de 3.000 kilómetros de bosques, un aumento de 39% respecto al año pasado, según la propia agencia del Gobierno que investiga la deforestación. Cuando los datos de alguna institución o agencia que controla no le gustan, sabe exactamente qué hacer. Como muestra un botón: En Junio la agencia responsable de controlar la pérdida de los bosques anuncio un crecimiento del 88%, algo que enfureció a Bolsonaro por hacerse público y que terminó con la destitución del presidente de la institución, Ricardo Galvao cuya cabeza en la picota debía servir como aviso a navegantes. Las medidas para acabar con los esfuerzos de impedir la deforestación no terminan aquí: retirada de medidas medioambientales como multas, advertencias o la confiscación de equipo ilegal descubierto en zonas protegidas. Para ello Ricardo Salles, ministro de Medio Ambiente, quiere incluso crear un mecanismo que permitiría reducir o suspender a discreción tales medidas. El gobierno, pese al problema universal que representa la destrucción de la Amazonia no ha dudado en reducir la vigilancia que realizan los agentes de IBAMA y del ICMBIO con la excusa de hacer limpieza en los dos organismos encargados de la vigilancia y preservación de las zonas protegidas. Una vez más, según el estilo del gobierno, las insinuaciones sin pruebas de que estos organismos son inútiles y las multas una excusa para justificar la propia vigilancia es su arma más eficaz, La política mediombiental de Bolsonaro y sus absurdas creencias al respecto –en el extraño caso que se crea lo que dice y no sea verdaderamente consciente del daño irreparable que está haciendo a todo el planeta o a las generaciones venideras – el caso es que hace peligrar los intentos internacionales por preservar la vida en la tierra. Defender a la naturaleza o los indígenas en Brasil: La manera más segura de jugarse la vida. El asesinato de ambientalistas y población indígena no es nada nuevo en Brasil, ser periodista o líder indígena y denunciar lo que aquí estamos poniendo puede suponer literalmente acabar muerto con muchas probabilidades y que el asesinato con toda seguridad quede impune. Al final en el Amazonas todo es un negocio donde la vida y el futuro del planeta vale poco o nada. Un negocio millonario donde prenderle fuego a un área de 1.000 hectáreas vale cerca de un millón de reales (unos 220.000 euros) en el mercado negro. Este cálculo, llevado a los incendios que este año asolan Brasil ascendería a 20 millones de reales o 4,3 millones de euros según una investigación de la Fiscalía federal de Brasil para determinar la participación de grupos organizados en los incendios, pues todo apunta a una acción organizada y bien calculada según piensa la fiscal general de Brasil, Raquel Dodge, que reúne en Brasilia al equipo especial de fiscales que investiga los delitos que han tenido lugar en la Amazonia Legal, zona que abarca 61% del área del país –como ya podemos imaginar la citada fiscal no es alguien muy apreciado por Bolsonaro-.
En Brasil se provocan todos los años miles de incendios para conseguir zonas de pasto o destinadas a la agricultura y minería ilegal, los cuales, en la mayor parte de las ocasiones se organizan y ejecutan con total impunidad. Imagen: Greenpeace
El Día del Fuego Para entender la increíble impunidad con la que se actúa basta con recordar uno de los actos que el Ministerio Fiscal investiga últimamente: el “Día del Fuego”. Este fue un evento organizado con todo el descaro por productores rurales, sindicalistas, grileiros, (nombre dado a los usurpadores de tierras públicas) y comerciantes que desean quemar una gran parte de la selva y plantar pasto. El acto se anunció sin miedo en un diario local del interior del Estado de Pará el día 5 de agosto. En un reportaje del programa de televisión Globo Rural se podía ver a un grupo de unas 70 personas residentes en el Estado de Pará y situadas en una de las zonas con más incendios, acordaban el delito tranquilamente vía WhatsApp. El objeto de la acción era claro: se pretendía deforestar un área circundante a la carretera BR-163 para demostrarle al presidente que apoyaban sus planes de rebajar los controles ambientales que lleva a cabo el Instituto Brasileño de Medio Ambiente (IBAMA). Impunidad absoluta El Ministerio Fiscal Federal del interior de Pará al conocer las intenciones descaradas de ese grupo avisó del delito al IBAMA, pero días más tarde, se negó a actuar diciendo que no podía hacer nada debido a la falta de seguimiento de la Policía Militar de Pará y que la Fuerza Nacional de Seguridad, a las órdenes del Ministerio de Justicia de Sergio Moro, negaba el apoyo para evitar la comisión del “Día del Fuego”. Increíble, pero cierto y demostrado documentalmente. Por supuesto la fiscalía evita culpar al Gobierno Bolsonaro por su dejación de responsabilidades pese a las advertencias que recibieron. La era de la posverdad Después de la emisión de la denuncia grabada por Globo Rural sobre el "Día del Fuego", Bolsonaro no tuvo más remedio que iniciar una limpieza de cara y ordenar a la Policía Federal que investigara el caso. Pero en las redes, mientras tanto la maquinaria de contramedida ya se había puesto en marcha con la ayuda de simpatizantes y aliados del presidente, como el ministro de Medio Ambiente, Ricardo Salles, quienes dieron espacio a las declaraciones sin pruebas de una supuesta ganadera que acusaba ¡a los propios funcionarios del Instituto Chico Mendes de Conservación de la Biodiversidad (ICMBIO, un organismo del propio Gobierno) de provocar incendios en la selva! Resultaba propiamente un acto digno del pasaje de Nerón en la Biblia a la que tan aficionado es el presidente Bolsonaro, donde esta terrateniente repetía las insinuaciones del propio mandatario que también insinuaba anteriormente sin tampoco presentar pruebas, que las ONG estaban incendiando la Amazonia. Ahora por fin, ya bajo presión nacional e internacional, el Gobierno brasileño ha decidido reforzar la lucha por sofocar los incendios con el despliegue de 43.000 militares y hasta el momento, siete de los nueve estados de la Amazonia Legal ya han solicitado la ayuda de tropas federales para extinguir los focos. Es una responsabilidad de todos:
Región de Manaus en Brasil. Imagen: James Martins
En agosto Noruega y Alemania ya anunciaban la congelación de las ayudas del Fondo Amazonia, que es el mecanismo de cooperación internacional encargado de aportar los recursos necesarios para reducir los gases de efecto invernadero a causa de la deforestación. En estos momentos los devastadores incendios ya se han transformado poco a poco en una crisis diplomática internacional como lo es el Brexit o las disputas en Oriente Medio aunque por desgracia de un calado casi anecdótico pese a su mayor importancia para todos y nuestro futuro. Esto ha ocurrido especialmente con Francia, que ha llevado el tema del Amazonas a la cumbre del G7 en Biarritz. Como respuesta el Gobierno brasileño anunciaba que rechazaba la ayuda económica aprobada por el G7 para combatir los incendios en la Amazonia, bajo la iniciativa del francés, Emmanuel Macron para luego matizar la aceptación de la ayuda a que Macron le pidiese disculpas por haberle llamado mentiroso y por tratar a la soberanía de la Amazonia como un tema internacional (algo que realmente es irrelevante frente a las dimensiones del problema). Se podría deducir del comportamiento del Gobierno brasileño que usa la Amazonia como rehén político que no dudará en dejar sacrificar para obtener sus objetivos y sabe que tiene las de ganar, gracias al apoyo de parte de la población más enriquecida de Brasil, grupos empresariales y el apoyo de una activa facción religiosa a la que mima ciegamente. Los defensores de la naturaleza denuncian que la industria a nivel internacional tiene la responsabilidad de revisar sus cadenas de suministro con el fin de proteger la selva tropical, algo que evidentemente no hacen o saben perfectamente y hacen la vista gorda. Por otro lado los consumidores son también parte de la ecuación, pues la mayoría simplemente desconoce el impacto que sus decisiones en la selva tropical o directamente no están informado de las graves consecuencias directas. Los consumidores no se preocupan del origen de la carne o cereales que consumen, solo les preocupa el precio y en menor medida la seguridad fitosanitaria pero incluso siendo conscientes muchos elegirán precio. Por supuesto no hay ninguna ley que obligue a etiquetar los productos responsables de la deforestación y acabar con el pulmón verde del mundo. Tampoco se espera que llegue ni le importa mucho a la población, más preocupada por salvar la nueva crisis económica que se avecina. A este paso y a medida que las diferentes crisis domesticas invadan los países en los medios de comunicación el problema de la Amazonia se olvidará y de nuevo el poder de la necesidad inmediata acabará con la vida en Brasil, para después, contribuir al final de nuestro planeta azul mucho antes de lo esperado. Una espera ya de por si corta. Autor: Raúl Mora Temas relacionados: Editorial, Raul Mora M., Sostenibilidad, Política, Política Y Ciencias Sociales, Sociedad Reconocimientos y más información sobre la obra gráfica ADVERTENCIA: En este foro, no se admitirán por ninguna razón el lenguaje soez y las descalificaciones de ningún tipo. Se valorará ante todo la buena educación y el rigor sobre el tema a tratar, así que nos enorgullece reconocer que rechazaremos cualquier comentario fuera de lugar.
0 Comentarios
Deja una respuesta. |