MODA Y SUPERVIVENCIA |
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24 de enero 2015, el Festival de Cine de Sundance presentó el documental auspiciado por Netflix: Hot Girls Wanted que se estrenaría con éxito poco después el 29 de mayo del mismo año. En este prestigioso festival los documentales polémicos y de calidad no eran nada nuevo, pero este venia a perturbar la visión actual de la industria del sexo digital y definir la nueva realidad en internet, enlazando perfectamente con la película comentada en la primera parte en una especie de extraña continuación que deviene en un final más oscuro y preocupante, consecuencia de los tiempos que vivimos. Gracias al éxito y la repercusión, este mismo año se ha estrenado una breve serie documental que incide en diversos aspectos de esta temática, complementando adecuadamente el documental original, aunque esta vez, ya diseñados con un mayor virtuosismo técnico y de belleza plástica propia de la calidad a la que acostumbra esta compañía. Ahora bien, la serie sigue explorando desde puntos de vista paralelos como las personas se han visto afectadas por la explosión de Internet desde su vertiente sexual, donde la pornografía, las aplicaciones para establecer relaciones físicas y las relaciones virtuales están al alcance de cualquiera. Cada uno de estos nuevos capítulos investiga la relación entre el sexo y la tecnología, contándonos relatos íntimos, de políticas de género, de cómo empleamos Internet o sus consecuencias. El conjunto es sin duda un interesante estudio social de la evolución del pensamiento humano y no precisamente muy tranquilizador, desde que Johannes Gutenberg inventara la imprenta y probablemente desde que alguien decidió pintar sobre una roca miles de años antes, los medios con los que nos comunicamos han representado un arma de doble filo que con el tiempo nos van dejando una constancia más o menos clara de una época, independientemente de la intención propagandística del autor, tan solo necesitamos observar con perspectiva y analizar. ¡Sorpresa! Una vez más variando el rumbo. En el año 2014 Jill Bauer y Ronna Gradus pretendían rodar un documental ideado originalmente como una exploración del consumo masculino de la pornografía en ambientes universitarios, pero la cinta comenzó a no ser lo que esperaban y abandonaron la idea original cuando se dieron cuenta que los hombres buscaban sobre todo videos pornográficos donde aparecían mujeres muy jóvenes y lo más curioso es que les sorprendió ver el gran número de chicas interesadas en entrar en la industria pornográfica. Netflix Así que las directoras decidieron cambiar el rumbo y realizar un documental para relatar las historias de estas mujeres, contando la vida de varias aspirantes a actrices de 18 y 23 años dentro del mundo del cine porno amateur, así como entrevistas en las que relataran su experiencia dentro de la industria, de una manera intimista y natural, alejada de la fanfarria y las fantasías propias del negocio del sexo. Como he comentado las directoras Jill Bauer y Rona Gradus (auspiciadas por la producción de la actriz Rashida Jones) comenzaron investigando el consumo de la pornografía en campus universitarios, donde acabaron hablando con chicas que al final fueron captadas para la industria pornográfica a través de la red social Craigslist, profundizando de esta forma en los entresijos del negocio del porno amateur y comenzando a averiguar que las cosas no eran como parecían. Yo copio, tu copias, él copia… Si intentamos indagar un poco en este trabajo y documentarnos por internet, lo cierto es que lo vamos a tener un poco crudo en castellano, principalmente vamos a encontrar sinopsis bastante simplistas donde nos cuentan que trata sobre: “historias de jóvenes que gracias a internet entran al mundo pornográfico, en cumplimiento de una demanda creciente de aspirantes a estrellas estilo “chica de al lado”. ‘Hot Girls Wanted’ sigue a una de esas chicas, deseosa de dejar la vida de pueblo pequeño en busca de la libertad y la fama.” Mayormente vamos a encontrar reseñas de este estilo o críticas contrarias como la realizada por la actriz porno Amarna Miller para la revista Cinemanía con motivo de su estreno: "En todas las reseñas de la película se habla de explotación, y esa es una palabra un poco fuerte. Se trata de una narrativa muy vieja: la de la pobre chica que entra en el cine X sin saber lo que le espera. Algunas estamos en esto porque queremos.” Por supuesto no faltan las interpretaciones acusatorias de todo tipo que inciden en la degradación personal que supuestamente relata el documental, mostrando esta industria como un monstruo de siete cabezas que destruye todo lo que toca. Netflix Quizás no estamos mirando desde el ángulo adecuado. Sin duda la manera en la que una sociedad entiende el sexo habla mucho de esa sociedad, ya lo he comentado más de una vez, pero quizás sea más reveladora todavía la forma en que esa sociedad ve, regula o permite el acceso al sexo, en este caso a la pornografía. La forma de consumo y observación sexual, es un arcaico tabú, a veces una toma masiva, secreta, compulsiva e incontrolada, pero desde luego íntima, contemplativa y en la mayoría de casos solitaria y placentera que dice mucho más de una sociedad y la evolución de una época, que muchos análisis estadísticos sobre el curso de los mercados de valores o como asciende el número de gigas que tenemos disponibles en nuestro ordenador. Las tendencias pornográficas de nuestra sociedad y nuestra cultura han ido cambiando con el paso de los años y poco o nada se parece ya al género de los años sesenta y setenta. La historia sobre la industria que nos relata Boogie Nigths queda completamente alejada de la actualidad. Hasta la estética y las propias “acrobacias” del género, que sería siempre el estadio más superficial de este análisis y aparentemente el más inmutable en apariencia, pues llevamos desde el principio de los tiempos con tales ejercicios, tampoco ha resistido el impulso de una ola de cambios que casi todo lo ha arrasado. Frente a los modelos pornográficos de los sesenta y setenta donde predominaba una estética femenina más o menos natural, pasamos a unos ochenta y noventa donde predominaban unos pechos excesivos, cuasi monstruosos en muchos casos, labios enfermizamente rellenados hasta el esperpento o unas nalgas exuberantes que tras el hartazgo por los extremos han devenido en un gusto por lo cotidiano, lo aparentemente normal y casi, casi diría que lo naturalmente bello, si realmente eso existe o es posible, pues llevamos probablemente más de cuatro mil años sin ponernos de acuerdo. La estética y la temática del porno actual más consumido es aquel que nos presenta una chica joven, lo más parecida posible a cualquier chica con la que un hombre normal haya compartido algún momento de su vida, lo que llamaríamos, el ideal pornográfico de la vecinita, aunque realmente sepamos que tales vecinitas no acostumbren a ser todas tan estadísticamente guapas o receptivas a las insinuaciones masculinas, de igual manera que el 90% de los hombres no poseen musculaturas perfectas de gimnasio. El modelo, al menos aparentemente, se acerca más a la realidad cotidiana y bueno, desde ese punto de vista parece que exista cierta normalización si no fuera porque las similitudes terminan en ese punto… incluso antes. Netflix Lo que hace tan especial este documental y que no se había hecho hasta ahora, pese a la infinidad de trabajos realizados con esta técnica y estilo (recordemos el polémico y devastador Hardcore (2001) filmado por Stephen Walker) este trabajo destacó por el camino que utilizó para ahondar en el mundo de la pornografía actual, una industria dominada en el gusto por lo amateur, por la necesidad del espectador de considerar que lo que está viendo es “cotidiano” y “real” más allá de saber que hay dos actores especializados que realizan acrobacias físicas con la misma naturalidad y desinterés con la que nosotros nos preparamos un bocadillo. En esta película documental, a través como ya hemos dicho, de las experiencias de un puñado de chicas jóvenes estadounidenses, nos va describiendo esa industria pornográfica, desde el punto de vista de esas jóvenes mujeres, con apariencias casi virginales, que inician su camino en un mundo repleto de fantasías, promesas de éxito y sobre todo al final, frustraciones y desilusión. La cinta describe con inteligencia la vida cotidiana de estas chicas, donde los mánagers parece que hacen todo lo que pueden por quedarse con los ingresos de las actrices, con trucos como facilitarles alojamiento a cambio de una parte de sus ganancias, como tienen que encargarse ellas mismas de comprar su propio vestuario o hacerse cargo del pago de los problemas médicos que puedan surgir durante el ejercicio de su profesión. Por cierto, llegado este punto quisiera dejar ya claro un inciso importante: La regulación y protección de los trabajadores en materia sexual en Estados Unidos es infinitamente más avanzada que la vigente en Europa donde las condiciones de trabajo son muchísimo más precarias, el desamparo legal descaradamente aumenta y los abusos hacia sus participantes es claramente mayor, así que no quiero ni pensar el resultado de haber realizado este documental en Europa, donde en algunos estados del viejo continente se mira descaradamente hacía otro lado, preocupados únicamente por los exorbitados beneficios que esta industria ofrece a unos cuantos empresarios del ramo y una ausencia de legislación íntimamente ligada con los prejuicios culturales hacía el sexo. La cinta deja clara las discutibles condiciones de explotación en muchos casos al que las actrices son sometidas y las insinuaciones incluso de maltrato físico que alcanzan los términos de violación y se hacen más que patentes en algunos momentos. Aunque obviamente la industria de la pornografía nunca ha destacado por ser un dechado de virtudes, digamos que por desgracia desde ese punto de vista parece que pudiéramos pensar: “Bueno, es pornografía ya sabían en lo que se metían, los que se dedican a esto nunca son trigo limpio…” Netflix Pero bueno, la cosa no es tan sencilla, en parte el documental es un retrato generacional de aquellas chicas que pretenden romper el mercado de la industria pornográfica y alcanzar de forma ingenua la cima de este efímero estrellato donde, como citaron en medios especializados “cualquier jovencita con una conexión a internet y el deseo de escapar de sus circunstancias puede acabar trabajando en el porno”. Pero la voracidad del consumo pornográfico actual es inmensa, para muchos exageradamente desproporcionada, causante de una nueva forma de adicción digital y de que las jóvenes aspirantes al estrellato erótico no sean más que productos de consumo rápido y fugaz que pronto caen en el olvido, donde todos los días llegan nuevas jóvenes con deseos por alcanzar este paraíso del éxito como antaño soñaban las aspirantes a estrellas de Hollywood y cada día otras tantas o más jóvenes desencantadas abandonan el mercado del porno amateur. Todo esto es un indicador claro del gusto, forma de pensar del público y del funcionamiento de una industria inteligente que acoge con velocidad las novedades, pero casi con mayor celeridad las deshecha a la espera del siguiente pelotazo económico ¿Les suena de algo?. Modelos sociales vs modelos industriales Así que por tanto, lo que podemos sacar en claro de todo esto, sea cual sea nuestra opinión sobre la pornografía, su ética, moralidad o ausencia de la misma, es el predominio del pensamiento masculino más arcaico y la economía liberal en su forma más salvaje en esta falsamente llamada “pornografía amateur”. En una de las conversaciones se aporta una información aclaratoria y de lo más reveladora, es un pasaje rápido, casi sin importancia dentro de un relato casi intimista pero que esconde una realidad aterradora si contamos la inmutable permanencia de los contenidos en la red: un trabajador del ramo explica como el máximo de tiempo que una aspirante a actriz sobrevivirá en este negocio, con suerte y sin prostituirse, podrá ser de un año, aunque la mayoría permanecerán a lo sumo un mes o tres, este promedio del “éxito” para las chicas en el mundo del porno amateur deja clara la realidad de un negocio donde las imágenes rodadas quedarán indefinidamente colgadas en ese universo virtual de consumo rápido. Amarna Miller (Madrid 1990), licenciada en Bellas Artes por la Universidad de Madrid, es una famosa y singular actriz porno, a su vez que productora, directora y escritora. Fundó su propia empresa de producción: Omnia, en la que trabajó durante 5 años con el objeto de romper con la estética clásica de la pornografía. Interesada por el arte y la cultura, declarada feminista y defensora del movimiento LGTB o la pornografía “ética”, mantiene una intensa actividad en los medios de comunicación más allá de su actividad en la industria del sexo, interesándose por temas como la literatura, la fotografía o la política. Wikimedia Además en ningún caso deberíamos hablar de amateurismo o pseudo amateurismo, ya que en realidad existe un complejo industrial de captadores, productores, distribuidoras y páginas web que dominan o regulan la mayor parte del mercado. Cualquier experto informático que domine mínimamente el mundo de las redes y entienda como funcionan los “dominios web” nos explicará sin pocas dudas como el sector principal de la pornografía en internet no es tan amplio como parece, en el fondo no es más que una inmensa tela tejida y enlazada principalmente por unas pocas arañas (siempre teniendo en cuenta el descomunal mercado del que hablamos, literalmente con miles de millones de potenciales usuarios). Al documental se le acusa de que esta cuestión queda aparentemente en un segundo plano, pues se centra principalmente en la experiencia personal de unas chicas aspirantes a realizar porno, donde da la sensación progresiva de ser explotadas en un relato emocional y vivencial, pero sin embargo esta acusación que ha recibido el documental en múltiples ocasiones es del todo errónea, pues además de quedar reflejado, lo importante del documental no radica en unas cifras o mecanismos de una industria que ya habían sido reflejados en multitud de ocasiones y reportajes, la verdadera esencia del documental radica en observar a una sociedad, su forma de pensar y su conducta, atrapando a unas jóvenes que creen tener el control de sus vidas, ignorantes de lo que realmente les espera y que no es otra cosa que la extrapolación de nuestras condiciones sociales, laborales y de trato humano. El tópico de “La pobre chica indefensa” es lo de menos. Internet no deja de ser otro ejemplo de este consumo rápido, absurdo y en condiciones de explotación, pues bien, tras la publicación hace dos años de las primeras reseñas sobre el documental, como siempre la mayor parte de los medios se limitaron a copiar y re-copiar plagiando hasta la saciedad los textos que recogían revistas como Cinemanía (Donde el propio redactor ya escribía que todavía no la había visto, cito textualmente: “Aún sin haber visto Hot Girls Wanted”, (al ser un producto de Netflix, la película no es accesibles desde España)…” o las reseñas de Imdb o Filmaffinity. Sin embargo este corto artículo y la aún más corta entrevista a la actriz Amarna Miller se plagiaron hasta la saciedad mas vergonzosa, continuando al día de hoy, donde si tecleamos búsquedas en Google como “Hot Girls Wanted Critica Documental”, principalmente solo vamos a encontrar una infinita lista de plagios en castellano de este artículo, reseñas clonadas, reducidas y las citas que en él se encuentran, además de los análisis amateurs superficiales de turno y vergonzosos artículos que con excusa del documental muestran imágenes de carácter pornográfico y o incluso violento. Los propios resultados no dejan de ser si no, otro ejemplo de la forma de pensar y consumir que tenemos, donde lo de menos es profundizar en la esencia o naturaleza de los problemas y los conflictos, tan solo buscamos respuestas fáciles sencillas a cuestiones duras y complejas. Nosotros copiamos, vosotros copiáis, ellos copian. Muy bien, pues veamos con perspectiva algunas de las líneas mostradas y copiadas hasta la saciedad de este texto (pues sí, al final, hasta aquí vamos a hacer lo mismo, siguiendo la tradicional mecánica de citar y citar) como fue el caso por ejemplo de la reseña de la socióloga y estudiosa de la pornografía Chauntelle Tibbals, donde afirmaba que el documental no aborda “objetivamente una industria misteriosa y compleja a la que todo el mundo le gusta marginalizar” y que era “propaganda antisexo y antiporno” Para empezar la industria del porno no es más misteriosa que lo pueda ser la del petróleo o el papel reciclado, cuando un negocio alcanza un determinado tamaño tan solo es diversificado por nichos y tremendamente variado, además por supuesto, de ser analizado y estudiado en profundidad por los estados deseosos de financiar el heraldo público o por el resto de empresarios ávidos de conocer las vías de aumentar sus ingresos, rigiéndose por las mismas leyes que el resto de las industrias que ofrecen unos interesantes márgenes de rentabilidad, aplicando las reglas que más le convienen para obtener beneficios ¿O acaso la industria del petróleo tiene buena fama? ¿A caso no recibe acusaciones todos los días? ¿Acaso no tiene secretos? Pero no por todo esto dejamos de saber cómo mueve los hilos de la sociedad, de las guerras o la economía global cuando esta industria o cualquier otra intervienen, todos lo tenemos muy claro ¿O no? Mezclar una industria concreta, con una manera de proceder concreta, en un momento aún más concreto, además sin contar con que las condiciones de explotación que se muestran en el documental en Europa aún son más duras y extremas si cabe, es un sin sentido. El sexo y la pornografía es una cosa y lo que muestra el documental es una tendencia muy generalizada en un sector industrial que se ha promovido aún más si cabe, temeroso de perder beneficios en su cuota de mercado a causa de la evolución de nuestra forma de pensamiento como sociedad y que poco tiene que ver con estar en contra del sexo o la pornografía y si contra la explotación o el abuso. Chauntelle Anne Tibbals, Socióloga nacida en Paramount, California, ha desarrollado su trabajo entorno al mundo de la educación, la sexualidad, los estudios de género y la cultura popular, desarrolla una gran actividad en tertulias y como comentarista en múltiples medios de comunicación de habla inglesa así como en publicaciones online. Wikimedia Una de las aparentes cuestiones esenciales que se citan en el texto original, por parte de Amarna Miler concretamente es, citando textualmente y sin pretender extraer del contexto: “que algunos estamos en esto porque queremos”… y el problema radica en eso, exactamente en que muchas de estas chicas están porque quieren, de igual manera que otros mujeres están porque quieren explotadas en otros trabajos como pudiera ser una camarera, una mujer de la limpieza o cualquier otro trabajo. Este trabajo en el fondo, no es más que otro indicador del peligroso camino que está tomando una sociedad y el desprecio por la dignidad y los derechos de los seres humanos, limitándose a tratarlos como usuarios/consumidores o mano de obra desechable, pero eso no quiere decir que necesariamente seamos conscientes sin una reflexión previa. Desafortunadamente Amarna Miller no es precisamente una referencia del modelo de actriz estándar en pornografía, es una mujer con una formación académica e intelectual sobresaliente y un carácter tanto fuerte como decidido que representa un modelo de actriz defensora de sus derechos, las minorías o la igualdad entre sexos que difícilmente puede ser aceptada en la pornografía “mainstream” o sencillamente por parte de la sociedad actual, pese a sus deseos y bien intencionadas denuncias o actitudes tan solo representa un minúsculo nicho de esta industria, marcado por otras actitudes y formas de pensar más agresivas e intolerantes. Pese a lo dicho hay que reconocer en su forma de expresarse una clara comprensión de la actual problemática, ofreciendo frases realmente esclarecedoras pese a todo: “El auge de internet y las redes sociales fomentan esta clase de actitudes, no sólo en el porno. Por eso necesitas mantener tu ego bajo control y tener claro que eres una trabajadora igual que el panadero de la esquina” Obviamente el sector de la pornografía que busca captar a jóvenes actrices para estos videos aparentemente “amateurs” no desean encontrar “perfiles” con el carácter de esta inteligente actriz y artista. Probablemente la frase más aclaratoria que encontramos en el citado artículo también es realizada por ella, textualmente: “La actriz se niega a generalizar: aunque reconoce la existencia de “abusos, problemas y aprovechados” en la industria, insiste en que cada caso es distinto y que los juicios morales están de más cuando se pone en juego el bienestar de una persona. A su juicio, el autentico problema reside en que el porno es “una zona gris, sin un marco legal que asegure derechos”. Ignacio Allende Fernández más conocido como Torbe (Portugalete, 1969), es un famoso director, productor y actor porno español, de larga trayectoria, conocido como «el rey del porno freak». En los últimos tiempos ha protagonizado diversos altercados con la justicia en España que reflejan claramente la confusa y polémica situación del sector y los posibles abusos que en él se comenten. Wikimedia Dos años después, un problema multiplicado. Hot Girls Wanted describe un sector establecido dentro de la industria pornográfica que se centra en aprovechar descaradamente los bajos costes y los altos ritmos de producción para maximizar los beneficios, mostrándonos aparentemente escenas improvisadas, donde lo único realmente con este carácter “amateur” es la falta de experiencia de las jóvenes actrices que apenas llevan en este mundo unos pocos meses o días, encajando perfectamente con los augurios finales que se muestran en la primera cinta comentada, Boggie Nights donde esta maximización de beneficios y minimización del factor humano se pone de relieve como en cualquier otra industria actual. Poster de la serie estrenada en 2017 por Netflix siguiendo la estela del documental y que profundiza en la sexualidad de esta nueva era digital. Netflix Si realizamos una búsqueda apropiada por internet con los medios técnicos necesarios, encontraremos que la lista de mujeres que aparecen en estos vídeos e imágenes es sencilla y literalmente infinita, crece a cada segundo, resulta imposible catalogar el número de mujeres que aparecen en estas imágenes y que crece vertiginosamente día a día. Es un mercado que mueve millones y millones, que desde luego rara vez acaban en manos de sus protagonistas femeninos. Si realizáramos una comparación estadística entre el número de actrices convencionales, sus ingresos y cuantas alcanzan un alto nivel de riqueza (incluida la actual crisis que este sector tiene actualmente en España) y su paralelismo con el mundo de la pornografía, observaríamos que la proporción resultante actrices porno / actrices convencionales seria casi absurda por desproporcionada y cualquier cifra obtenida de dicho cálculo además tendría que ser reducida aún más cada minuto que pasa. Conductas y estética, rematando a la dignidad. Con el paso del tiempo se ha generalizado en la industria pornográfica una narrativa del maltrato a la mujer en muchas escenas, donde ciertas actitudes violentas, misóginas y machistas de dominación están abarcando un gran número de producciones donde la protagonista femenina es tratada de una manera claramente sádica. Además estas conductas se ven realizadas muchas veces sobre jóvenes que apenas sobrepasan los 18 años y donde el grado de humillación alcanza sin rubor lo denunciable (de hecho en los últimos años hemos visto múltiples denuncias de estos casos en los medios de comunicación). La apología de la dominación masculina y la cosificación de la mujer se ha disparado en esta clase de videos donde hemos pasado de la fantasía tradicional de un hombre acostándose con varias mujeres a la vez, a las escenas donde varios hombres practican sexo con una sola mujer en los bordes de la violencia o la violación, donde la mujer es utilizada poco más que como un objeto que es penetrado de la forma más extrema posible en un estado de completa sumisión. En el año 2001 el director Stephen Walker ya realizó un polémico documental titulado: ”Hardcore” donde se relatan las desagradables experiencias de la aspirante británica a actriz porno “Felicity” con uno de los autores de porno extremo más renombrados del momento: Max Hardcore, cinta que ya preludiaba con más de una década a sus espaldas las tendencias que estaban llegando a esta industria. Mubi.com Otra práctica extendida de forma habitual en estos vídeos son las felaciones “forzadas” donde la mujer es obligada a introducirse completamente el pene en la boca hasta producirle arcadas y vómito mientras las lágrimas no paran de brotar en un claro gesto de dominación y sumisión completamente habitual en muchos vídeos actuales, donde podemos observar prácticas que tan solo hace quince años habrían sido consideradas como “sádicas” por la propia industria y que ahora se ofrecen con naturalidad por la red sin el menor viso de escándalo por parte de los usuarios, dentro de las prácticas habituales de la pornografía. En todo momento el comportamiento masculino de estos videos es de satisfacción ante la reacción femenina donde el hombre ejerce sin tapujos unas actitudes de superioridad frente a jóvenes de apariencia completamente “normal” en las que actúan como directores de una trama cuyo objeto es dejar claro el completo control sobre una fémina indefensa y humillada, como sería el caso extremo de las escenas con una estética importada de Japón en el caso del “bondage” o las degradantes escenas de “bukake” donde una mujer mantiene relaciones con una gran cantidad de hombres con el objeto de beberse el semen de todos ellos, como colofón de esta humillación teatralizada. Para algunos expertos se podría decir que occidente ha iniciado también un peligroso camino hacía las conductas machistas y sádicas del imaginario de la pornografía japonesa y alemana, aunque desde luego no es el caso de este artículo analizar los orígenes culturales de esta nueva conducta en la industria pornográfica occidental, lo que sencillamente resulta cierto es que las conductas más radicales y de dominación hacía la mujer poco a poco se están extendiendo para considerarse prácticas habituales en las relaciones sexuales de las escenas pornográficas que son consumidas habitualmente en un imaginario colectivo donde cada vez parece más evidente el retroceso de los derechos de la mujer frente a pasadas décadas de lucha por la igualdad, dando la sensación, a veces, de estar trivializando y discutiendo cuestiones menores de esa defensa y respeto a la diferencia de género, mientras que olvidamos actitudes graves y peligrosas. Netflix Por último la estética en la indumentaria femenina también es significativa, hemos pasado de la ropa, maquillaje y estética rimbombantes de la década de los ochenta o del estilismo más “chic” de los noventa, abanderado por Michael Ninn, a una atrezzo que intenta extrapolar en la mayoría de los casos una vestimenta juvenil “normalizada” incidiendo tan solo en los modelos más provocativos de la actual moda predominante que podemos ver en cualquier mujer joven. Esta aparente “normalización” y a veces incluso “infantilización” del atuendo (quizás este último término no sea tan acertado ya que es un tópico clásico del cine para adultos) está resultando en una mimetización casi perfecta entre el plantel actoral y el proceso de producción simplificado, centrado en el abaratamiento de costes, que nos lleva con su resultado estético y narrativo a una concepción final que produce esa sensación en nuestra mente al preferir este tipo de escenas, fácilmente asimilables por nuestro cerebro como reales, rompiendo ese muro de incredulidad al que ya estamos acostumbrados, incluso al ver imágenes completamente explícitas pero que interpretamos a su vez como falsas dado su planteamiento más “alejado” de lo que consideramos “real” o “factible” para nuestra imaginación. Ahora bien, dentro de esta “realidad y normalidad” aparente se está colando una visión infantilizada, violenta e irrespetuosa hacia la mujer, que aparece en un rol que plantea como “normal” a una chica como esclava sexual del hombre dispuesta a realizar cualquier actividad que este le indique o se someta a su voluntad a la hora de realizar actos sexuales nada placenteros o humillantes para ella como algo natural dentro de lo que debe ser su conducta. Netflix
Sin barreras, sin límites, sin formación. Es muy importante que seamos conscientes que vivimos en una sociedad donde una niña o niño de doce años, incluso menos, puede visionar toda clase de imágenes de este tipo sin restricción real alguna, tan solo necesita un teléfono o una tableta para tener acceso a todos estos contenidos, en el más completo anonimato, tan solo necesita estar al alcance de una red WIFI o un servicio de datos de telefonía móvil, ¿Cómo creen que reaccionará la mente de un niño o niña cuando vea con naturalidad y de manera habitual actitudes degradantes, de sumisión o actos sexuales para nada respetuosos con las mujeres como algo “aparentemente” normal en las relaciones sexuales que se suponen más próximas a la realidad? ¿Qué ocurrirá si esos niños no reciben una educación apropiada, intensa y desde una temprana edad en valores de igualdad y respeto si continúan visionando estas actitudes como normales en vez de otras donde dos adultos de traten con respeto mutuo? No digo que todos los niños consuman pornografía de forma habitual o esporádica en internet, pero tenemos que ser conscientes que disponen de un acceso ilimitado y fácil a este tipo de contenidos hagamos lo que hagamos, no se pueden poner puertas al campo, así que se impone una formación y prevención adecuada desde una temprana edad para evitar que se asimilen como “reales” o “naturales” conductas que desde luego no lo son, así como solicitar un marco legal regulatorio que garantice los derechos y la seguridad de los trabajadores de este sector, independientemente de la opinión que tengamos sobre la pornografía. Por favor, sencillamente reflexionen sobre ello. Mani G. (ManiPinkless) Temas relacionados: Mujer, Moda, ManiPinkless Reconocimientos y más información sobre la obra gráfica ADVERTENCIA: En este foro, no se admitirán por ninguna razón el lenguaje soez y las descalificaciones de ningún tipo. Se valorará ante todo la buena educación y el rigor sobre el tema a tratar, así que nos enorgullece reconocer que rechazaremos cualquier comentario fuera de lugar.
3 Comentarios
Gisela Dark
9/9/2017 13:55:07
La situación es incluso peor de como la describes, tengo dos hijos pequeños de 8 y 10 años, hace unos días tuve una conversación con el mayor, porque se le escapó decirme que veía vídeos en su tableta cuando se conectaba en casa de un amigo a través del WiFi y vi lo que su amigo le indicó, he quedado horrorizada, creía normales algunas salvajadas que salen en esos vídeos y me contaba que sus amigos también, lo peor es que hablé con el pequeño y me contó que hay niños de su clase que han visto muchos vídeos de esos, este artículo es la primera vez que leo algo sobre esto, nunca se habla en ningún sitio y no pensaba que fuera tan grave hasta que lo he vivido y ahora leo esto, nunca veo pornográfia y no imaginaba lo que ahora consideran normal, son auténticas barbaridades como tratan a las mujeres
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P.D.Domingo
9/9/2017 16:06:14
Felicidades Mani, es una valiente crítica a una industria masculina que denigra a las mujeres, en el colegio de mi hija (tiene 14) NUNCA HAN HABLADO de esto, y los compañeros de mi hija consumen pornográfia de forma habitual, comparten imágenes vídeo y de todo sin que sus padres puedan hacer nada por impedir lo, se supone que tengo a mi hija e. Un. Buen colegio privado y miedo tengo de cómo piensan sus compañeros, tratan a las chicas de su propiedad y las controlan hasta obligándolas a que les den las claves del teléfono yy la s redes sociales. Gracias por el artículo, esto se tiene que saber.
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Ariadne1980
10/9/2017 20:59:54
Tienes toda la razón, como en todos los trabajos las mujeres se llevan la peor parte, y no se hacen leyes para protegerlas, cada vez es peor y aquí no iba ser menos.
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