EDUCACIÓN |
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La dislexia es un trastorno del aprendizaje en la lectura y la escritura actualmente muy conocido (Incluido en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría (DSM-IV) con los códigos: F.81.0/315.00) y que se puede presentar en niños sin problemas físicos o psíquicos a los que pueda atribuirse, ya que de ser así no se considera una dislexia.
Este trastorno específico para desarrollar ambas habilidades persiste durante la vida adulta, se pueden aprender técnicas para que le afecte menos en el día a día, pero no se cura. Es decir, existen adultos con dislexia, esta es una alteración específica del neuro desarrollo, siendo considerado como “un trastorno especifico en el aprendizaje (de la lectura) que afecta al menos a un 4% de la población Española
En los niños afectados el rendimiento suele ser menor al potencial que se le podría suponer innato y se detecta con los problemas más comunes como reconocer las letras, recitar, analizar sonidos, seguir visualmente objetos o poco más adelante al cometer toda clase de sustituciones, omisiones y adicciones, inversiones o distorsiones durante la lectura, que suelen ser las primeras alarmas. Pero ¿Qué ocurre cuando no es diagnosticada durante la infancia?, es probable que existan muchas personas cuya dislexia no haya sido detectada durante este periodo, que pueda llegar a pasar toda su vida adulta sin saberlo, sufriendo problemas te todo tipo a causa de este desconocimiento. Voy a relatar mi propio caso, el lento y frustrante recorrido por la educación que supone desconocer algo tan importante como saber si la padeces y sentir que la sociedad y hasta tu propia familia te menosprecia, destruye la autoestima, pero que de haberse detectado a tiempo podría haber cambiado mi vida. Hace tres décadas, si no te habían diagnosticado dislexia lo normal era escuchar que eras “despistado”, que te “entretenías con una mosca”, que eras “un vago”…y una larga lista de descalificaciones que se han ido quedando en mi cabeza grabadas a fuego sin ser reales.
¿Cómo es posible, que en ocasiones comprendas miles de palabras, pero otras no sepas interpretar lo que tienes delante, por muy fácil que sea?
Después, está el tema de confundir los objetos y las indicaciones para orientarte: ¿Cuál es el peine?, ¿Cuál es el cepillo? …¿Donde está la derecha y la izquierda?, ¿Por qué me cuesta diferenciar qué es vertical y qué horizontal? Con el tiempo vas aprendiendo a apañártelas mediante técnicas que ayudan a reconocer todas estas cosas. Pero cuando no se puede, se sigue viviendo con ello, pero sin decir nada. La frase más repetida a la lentitud de procesamiento en la información habitual por cualquier persona ha sido durante años:
”Eres tonto, tú solo vas a valer para trabajar y no para estudiar. “
En esa época el “dedo” resultaba vital para poder leer, sin él no era posible. Y esos mismos dedos resultaban mágicos a la hora de hacer cualquier cálculo en matemáticas, los demás compañeros de clase ya los habían abandonado, pero para ti eran la tabla de salvación.
¿Cómo te enfrentas a aprender ese abecedario que algunas veces se sigue olvidando y volviendo?, lo tienes que repetir miles y miles de veces para, finalmente aprenderlo de memoria y nunca más olvidarlo. Había momentos en los que te tenías que poner a aprender la lección, pero el libro se convertía en el enemigo. ¿Por qué no se podía aprender las cosas como las demás persona? Se empieza una cosa, pero no se puede terminar. Estas reiteradamente dando vueltas y vueltas, pero el entendimiento no llega. Los padres, al ver la situación de atraso respecto a los demás y el supuesto despiste, te mandan a dar clases particulares por las tardes, creyendo que es la mejor solución a aquella situación. Te mandan a un psicólogo, a ver porqué no duermes o no rindes… Te hacen un test de inteligencia, pero te da por debajo de la media. En ese momento el psicólogo tranquiliza a los padres diciéndoles:”…pero es una persona normal.” Te toca una profesora que te hace ir media hora antes a clase con respecto a tus compañeros, para que aprendas caligrafía, hagas crucigramas y resuelvas los “siete errores”. Al final te conviertes en todo un experto en esas materias, pero realmente no se avanza en nada. Así que terminas la etapa escolar con cierta desazón, porque llevaban dos años suspendiéndote la asignatura de “ciencias de la naturaleza” y por mucho que te hicieran repetir el examen, aunque tú seguías esforzándote no conseguías sin ningún resultado positivo. En el colegio, un profesor repetía una frase continuamente para todas sus conclusiones: “Al cajón de higos cuadrados”. Frase, que con el tiempo comprendí que era su manera para meter todas los problemas que no entendía en el mismo saco, independientemente de cómo fueran, la situación o el momento. Daba igual las horas de estudio, el empeño o el esfuerzo que dedicara, el resultado era siempre el mismo: “SUSPENSO”. Te insisten con que “…no vocalizas y no se te entiende. Haz el favor de vocalizar. Quién y qué pasa…” bueno, será otra cosa más.
Juguemos al teléfono loco, ¿Se acuerdan? Aquel juego con que todos nos hemos reído alguna vez, alguien le decía una frase a algún amigo sin que los demás la escucharan, este a su vez a otro y así hasta que te la decían a ti y no se parecía en nada a la original. Pues algunos tenemos la sensación de que este juego sigue pasando en nuestra la vida real. El ratón sube a la mesa e interpretas al gato debajo del escalón.
Durante tu vida de adolescente, sigues sin saber dónde está tu mano derecha o izquierda, pero ya eres capaz de saber que la derecha está localizada con la mano que escribes. En ese momento comienzas tu nuevo mundo del instituto, empiezas con muchas ganas, con tus compañeros de siempre, parece que todo promete ir bien. De repente, estás en 3º de la E.S.O y en el primer trimestre has suspendido todas excepto “religión”. -¿Qué me pasa, no sé estudiar? Todos los demás compañeros van avanzando, pero tú te quedas atrás ese curso y te despides de tus amigos, sabes que el próximo año estarás rodeado de extraños y eso para empezar no suena muy bien. Al repetir ciclo, supuestamente vas a alcanzar los objetivos, pero sigues sin llegar y vuelves a repetir ese mismo. - ¿Que me ha pasado, que pesadilla es esta?, ¿Porqué nadie entiende que me pasa? -No quiero seguir, todas las personas tienen razón: soy tonta . Vuelves a hacer el ciclo por tercera vez, te meten en una clase especial llamada eufemísticamente “diversificación” y te dicen: “usted no podrá seguir en ciclos superiores “. Pero terminas con buenas notas y pasas a bachiller sin que nadie del centro se entere, evidentemente tú experiencia allí no ha sido buena y lo que quieres es salir corriendo. Apruebas primero de bachiller sin repetir, dejando pendiente solamente inglés y parece que ahora la cosa irá mejor en el siguiente ciclo pero aquello empieza a desmoronarse por momentos, las clases están literalmente saturadas y tú desorientada no sabes a donde debes ir en aquel océano de confusión. Tienes un profesorado que lleva dando clases hace ya más de 30 años, con su peculiar manera de pensar. Por supuesto, al final la historia se repite y terminas dejando seis asignaturas para examinarte en septiembre, de las que solo apruebas una. Debido a las circunstancias y sin que tus padres te dejen estudiar a distancia, empiezas con las clases nocturnas, llegando a casa tan tarde que ni te apetece ir a clase. Pero parece que hay un poco de suerte y ese curso las tres asignaturas que llevas torcidas las apruebas sin problemas, otra vez piensas que el asunto se endereza pero al final volvemos a lo de siempre, llega el último curso de segundo de bachiller y terminas dejando todo antes de que acabe. Tiras la toalla por enésima vez sin saber que ha ocurrido, es una pescadilla que se muerde la cola. Tú te esfuerzas todo lo que puedes, pero algo falla y por alguna razón misteriosa nadie lo ve, sencillamente no vales para estudiar.
Así que tu vida pasa, es imposible negar que queda determinada de alguna manera por no acabar los estudios, esas cosas quieras o no te marcan, pero sigues adelante por no hay otro remedio, la vida sigue pero nunca dejas de querer terminar y estudiar lo que siempre quisiste y ser tu sueño: “abogado”.
Con el tiempo, vives mil cosas, tienes tu pareja y tras un lapso, cuando ya tienes hijos, aún son pequeños pero regresa ese deseo pasado y vuelves a estudiar, sin mirar atrás. Empiezas a retomar las clases a distancia, que es lo que siempre habías querido y al final apruebas con buenas notas, sin problemas. En cambio, la materia del inglés siempre a la cola, pero al final lo superas Todo apuntaba a que ahora sería diferente, habías aprobado el curso de acceso y te examinabas de “selectividad”. -Pero ¿adivinan? Sí, suspendes. Muchas personas llegado este punto, si no aprueban suelen dejarlo. Pero, en mi caso no. -¡Ni por asomo se me ocurre abandonar! Vas todas las semanas a dar clase, una hora de tren para la ida y otra de vuelta, resulta un precio admisible para poder alcanzar tu sueño y vuelves a unas aulas donde unas compañeras, que antes fueron profesoras y ahora son amigas, se esfuerzan por cambiar tu destino. Vuelves otra vez a presentarte, pero corres la misma suerte, el ciclo se repite pero sigues sin rendirte, aprobar parece un sueño inalcanzable a pesar de que te esfuerzas en estudiar y pasas horas delante de los libros. Ya tienes una edad y no saber llevar un coche comienza a ser un problema para desplazarte, así que empiezas a dar clases de conducir, mientras te preparas para selectividad. -¡Qué horror!, Ya es mala suerte con el instructor que te toca, te pone música para practicar en el coche cuando deberías aprender a escuchar los ruidos del coche cuando cambias de marcha o estar atento cuando haces cualquier movimiento.
Los test resultaron un “baile de casillas” pero al final apruebas y parece que esta vez, todo apunta bien así, que tras ganar esta pequeña guerra y dejar de ser oficialmente un peatón tonto pasamos otra vez a la selectividad.
Con las materias de Septiembre, ya has cumplido otro año más, pero no sientes vergüenza por querer luchar, por fin apruebas, coges los papeles y te vas contenta a la universidad “presencial”. Y llega la siguiente sorpresa: dicen que no tengo opción a la beca por poco, así que me enfado y me comentan que la solución era que quizás debería haber estudiado un poco más... -Oh my God!. ¿Me conoces de algo?, ¡Me gustaría saber cómo lo harías tú con dos hijos! Te vuelves a sentir como siempre te habían dicho, pero esta vez no vas a parar, te acuerdas de la universidad a distancia y por suerte todo son buenas palabras y te ayudan. -¡Qué emoción!, ¡Ya estoy dentro! Mi primera clase de derecho civil, ¡Que alegría! Otra vez dura poco, te das cuenta que no entiendes los epígrafes… ¿Las líneas bailan? -¿Qué es esto? El profesor pregunta si tenemos dudas. La clase dura cinco minutos más y todos se van. ¡Esto es la universidad!, ¡Qué horror, no entiendo nada! Así que te reúnes con el profesor, aunque casi mejor no haberlo hecho, porque sigues igual o peor. Debe estar pasando algo raro porque no es normal Después de varios años el Derecho civil no ha sido para nada buen compañero de viaje. ¿Cómo es posible que después de haber hecho miles de escritos, los textos que tienes que desarrollar no seas capaz de hacerlos correctamente?
Al leer me confundo. Decía una cosa y he interpretado otra, pero me doy cuenta demasiado tarde. Aún así no te rindes, empiezas a aprobar las asignaturas poco a poco, por ejemplo, las materias históricas como:”Derecho Romano”, que curiosamente a la mayoría de la humanidad le parece una tortura y sin embargo tú la terminas pillando
¡Sorpresa! Eres disléxica Cuando ya parece que la carrera y tu vida empiezan a tomar un poco de forma, ocurre que un día tú madre, hablando con ella en la cocina, recuerda que en su momento le dijeron: ¡“que eras disléxica”! Pero ¿A qué venía ahora decirme esto?, ¿Desde cuándo lo sabía?, ¿Por qué no hizo nada antes? ¿Le resultaba más fácil pensar que su hija le costaba más que al resto sin más? Su conclusión, después de los años, era que las personas son muy malas, que se lo dijeron con la intención de no hacer nada, nadie le explicó aquello y como nadie volvió a decirle nada…pasó de aquello que le dijo la doctora. No lo recordó hasta 30 años después. Según ella, desconocía que los problemas del colegio y del instituto con los estudios estuvieran relacionados y nadie le dijo nunca nada más al respecto. De repente, en tú cabeza se genera un estruendo y empiezas a pensar; - ¡Es verdad!, no sabía dónde estaba mi derecha ni mi izquierda ¿Cómo he sido capaz de arreglármelas hasta ahora? Y de repente: ¡Cuatro años sin progresar en Derecho! Dios sabe que nunca te has rendido, que lo has intentado con todas tus fuerzas, has probado diferentes asignaturas y estrategias para aprobar, pero te ha sido imposible. Siempre era igual en los exámenes, en ocasiones no entendías lo que leías, pero ahora estaba siendo ¡más brutal! Te das cuenta de que siempre confundiste, manta y sabana, peine y cepillo. Además, existen otras personas con el mismo problema que confunden pepino y pimiento. No eres la única
Al estudiar la carrera de Derecho tienes que estar continuamente activo: Cada vez que lees un recurso, una sentencia, cualquier papel, debes leerlo dos veces, porque confundes lo que estás leyendo con lo que estás interpretando.
Últimamente se traban las palabras, no salen, pero… ¿Qué pasa?, ¿Por qué hablo tan mal si tengo un léxico excelente? Soy capaz de leerme un libro de más de mil hojas en tres días. Me he leído el libro “Dime quién soy” de Julia Navarro en menos de 4 días pero en cambio, cosas básicas como en ocasiones realizar un examen de test, se transforma en la “La Odisea de Homero”, por cierto, un gran libro, que nadie debería dejar de leer y al que me siento especialmente vinculada. Ahora ya han pasado cuatro años desde aquel gran momento de confesiones reveladoras de una madre a su hija, fue en unas navidades que se tornaron raras y hasta incluso, me atrevería a calificarlas de tristes. Si lo sabía ¿Por qué me lo ocultó? ¿Cuándo me hicieron las pruebas? ¿Había antecedentes familiares? Posiblemente nunca obtenga respuestas y ahora, además mi hijo ha heredado el mismo problema (no me queda más remedio que pensarlo), se conoce actualmente que la dislexia tiene un fuerte componente hereditario. Por ejemplo, el trastorno se da en el 40% de los hermanos de disléxicos y se observan patrones de padres con dislexia resultan hijos con dislexia con una prevalencia en los padres de un 27-49 %. Por suerte en este caso, se ha actuado desde un primer momento, para que no se repita la misma historia, para que pueda ser alguien el día de mañana, quién quiera y pueda ser. Ir donde el mundo y sus circunstancias le dejen llegar, pero nunca piense que sus progenitores le machacaron ni le pisaron, (sí, ya sé que lo que acabo de decir suena muy duro y no deseo que se lea como una acusación). Al contrario de lo que me paso, estaremos siempre al frente del barco, para que luche y nunca se hunda. Por muy complicadas que vengan las mareas. Tendrá a su lado siempre, esté donde esté, un faro que intentará guiarle. Yo sigo con mis estudios de Derecho, los exámenes resultan ser cada año más difíciles y complicados. Aún así, para mí el estudio es como un “oasis en el desierto”, pero no hay manera de poder encontrar la concentración total, para conseguirlo. Son muchos años intentando digerir tantas palabras dañinas lanzadas a la cara y que se acumulan en tu mente, recordándote continuamente que no llegarías ni siquiera a cajera de supermercado, (con perdón de un trabajo tan respetable y complicado) que tú no valías… Llego a la conclusión que debo comenzar, replantear mi vida y aprender a estudiar de cero, ¿Pero cómo? Y lo que es más importante ¿Cuántas personas se pueden encontrar en mi misma situación sin saberlo y como se les diagnostica? ¿Cómo se les puede ayudar una vez adultas? Esas son las preguntas que me planteo, pero no obtengo respuestas de momento. ¿Piensas que te ha ocurrido algo similar? No lo dudes, infórmate y pide ayuda profesional, siempre estamos a tiempo de cambiar nuestras vidas. Te puede interesar:
Autora: Noelia Vega Escudero
Temas relacionados: Economía Social, Sociedad, Acoso escolar, Nuevas Tecnologías en Educación, Bullying y Ciberbullying Reconocimientos y más información sobre la obra gráfica ADVERTENCIA: En este foro, no se admitirán por ninguna razón el lenguaje soez y las descalificaciones de ningún tipo. Se valorará ante todo la buena educación y el rigor sobre el tema a tratar, así que nos enorgullece reconocer que rechazaremos cualquier comentario fuera de lugar.
13 Comentarios
Melody
12/4/2019 18:33:39
Me pasa algo muy similar a ti, confundo la izquierda de la derecha, horizontal de vertical, me cuesta abrir las cerraduras de las puertas, y los estudios ni se diga, una tortura que me a provocado muchas inseguridades, te cuento que me di cuenta de mi problema por que tengo un sobrino el cual fue diagnosticado con dislexia y sus síntomas son los míos.
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Noelia
13/4/2019 19:43:47
Hola Melody, gracias por compartir tu experiencia conmigo es importante no sentir que estamos solos. Feliz día
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Inma La Revoltosa Ríos
14/4/2019 10:38:51
Desde que nací lo veo todo del revés y entiendo perfectamente tu situación. Tu ejemplo servirá para tu hijo y ahí verás tu recompensa
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Laura
14/4/2019 15:22:59
Hola a todas, leí la nota y es el reflejo de mí vida.
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Noelia
14/4/2019 16:41:43
Muchas gracias por comentar vuestras vivencias Inma y Laura . El no rendirse, creo que es un punto positivo de nuestra persona. Por tener dificultades no es que no valgamos al contrario, valemos y mucho.
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Paula
17/4/2019 20:43:15
Olé!! Se lo que has pasado y como ha sido tu vida, y me siento muy orgullosa de ti, porque no conozco a nadie con más fuerza que tú. Sabes que estamos unidas en muchas cosas y que eres mi hermana , siempre supe que llegarías lejos, y lo estás haciendo. Te quiero
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Aureliano Ruiz
18/4/2019 22:57:09
Me has emocionado!!! Sigue luchando, un abrazo muy fuerte.
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Noelia
19/4/2019 22:21:35
Muchas gracias Aureliano por tus palabras, seguiré luchando. Un abrazo
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german de la riva colina
15/6/2021 13:12:58
Estupenda presentación del caso de dislexia. En verdad creía que los maestros y profesores ya sabían todos detectar esta neuro diversidad que no implica menor nivel de inteligencia
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27/8/2021 15:06:47
Me identifico totalmente con tu historia, actualmente estoy estudiando un profesorado y no estoy diagnosticada pero me paso siempre tal cual , sin ir mas lejos entre a google a ver si los dialexicos tambien confundiamos horizontal con verical. Ya que acabo de hacer un trabajo en horizontal y la consigna la habia leido mil veces y me parecio que decia horizontal es decir lei la palabra pero en mi cabeza era horizontal. Nose ni como explicarme. Estoy frustrada totalmente porque es un trabajo de arte de 29 paginas incluyendo banguardias del siglo xx . Ya solo me faltaban 2 para terminar y mi compañero me hizo dar cuenta de mi error lo tengo que entregar este lunes es imposible rehacerlo me llevo muchisimos dias comprender cada banguardia es decir sus caracteristicas crearlas no la verdad me encanto. Son profesores muy exigentes . Saludos y gracias por tu experiencia me sirvio de mucho
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Noelia
20/11/2021 23:11:14
Ánimo, lo conseguirás.
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Jose
21/2/2023 23:30:08
¿Pero al final el trabajo era en horizontal o en horizontal?
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Patricia
5/9/2024 11:26:14
Otra más que se identifica con tu historia. Yo me autodiagnostiqué cuando tenía 17-18 años, leí un artículo sobre la dislexia (siempre he sido muy curiosa) y de repente todo tenía sentido. Saberlo me cambió la vida, ahora entendía por qué seguía (y sigo) teniendo problemas al distinguir la izquierda y la derecha, por qué no sé hacia qué lado se aprieta o afloja un tornillo o se abre un grifo, por qué leo o escribo mal determinadas palabras o por qué me bloqueo ante determinados textos y tengo que esforzarme mucho para concentrarme y poder leerlos y entenderlos (por ejemplo una carta de un restaurante). En fin, son muchas las situaciones en las que a lo largo de mi vida me he repetido a mi misma "soy disléxica no idiota" y eso me ha ayudado a buscar formas de superar esas "barreras": mediante asociaciones, trucos, esquemas o repetición pura y dura. Hoy con 43 años, tengo dos carreras y un máster y sigo siendo incapaz de leer en voz alta sin sentir cierta ansiedad, pido al azar mi comida en los restaurante y soy pésima dando indicaciones en el coche.
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